por Dani Matute (@dmatuteb)
Cuando se habla de una banda conocida por todos, que ha estado casi treinta años navegando por las turbulentas aguas musicales españolas y que fueron cambiando de estilo (quizás más que de estilo, de fiereza dentro de él) para ampliar el público objetivo al que llegar, es muy complicado volver a sus inicios y analizarlos y valorarlos objetivamente sin que todo ese poso no nos permita ver la cristalinidad y pureza de cuando algo echa a andar.
“¿Este tipo quién se cree que es? ¿Robert Plant?” Sí, lo reconozco. Eso fue lo primero que dije a mis amigos cuando en septiembre del 95 acudí a la Plaza del Pradillo de Móstoles para ver a la Vargas Blues Band y salieron unos tal M-Clan a calentar el ambiente. Y hostia si lo calentaron. Tanto que luego el amigo Javier Vargas me pareció mediocre y aburrido. Y me tuve que tragar mi primera afirmación. Porque el frontman de aquel grupo, desconocido para casi todos en ese momento, no se creía Robert Plant: era un cantante excepcional que en su trayectoria posterior tuvo que aguantar esa odiosa comparación y aún así salió victorioso en esa particular guerra que nos empeñamos todos en declarar. En resumen, en cuanto salió publicado su primer disco, me presenté en el Móstoles Rock (la versión mostoleña del Madrid Rock) para hacerme con el CD a un precio promocional de 999 ptas. Barato. Y ese disco (y el siguiente) siguen siendo unos de los más pinchados en mi cadena musical.
Vamos al lío. En aquel ya lejano 1995, este disco apestaba a rock sureño por los cuatro costados. Se asomaban los Lynyrd Skynyrd en muchos acordes y Murcia había parido a los Black Crowes o los Georgia Satellites españoles (comparación de la que estarán hartos a lo largo de los años, pero que no podía faltar). Podías entrever, allí al fondo de la habitación entre los vapores del bourbon en tu cerebro o el humo de los pitillos, si achinabas mucho los ojos, a los Free o Bad Company asintiendo con la cabeza y a los hermanos Allman separando a Oakly y Betts que ya habían llegado a las manos. Y por qué no, a los mismísimos Stones, Faces o Led Zeppelin llevar el ritmo con el tamborileo de sus dedos en la mesa o con los golpes de sus pies en el suelo. Pero es que, no tenía más remedio que sonar así. Si juntas a uno de los mejores vocalistas rock que ha dado nuestro país, Carlos Tarque, a un guitarrista superlativo y hardrockero como Santi Campillo, un segundo guitarra con la elegancia de Ruipérez y al teclista Íñigo Uribe y, además, te marchas a Memphis (por entonces, la capital mundial del rock hasta que otra ciudad de Tennesse, Nashville, le quitara el trono) a grabar y, donde incluso, tocas con una de las secciones de metales más importante de todos los tiempos, los Memphis Horns (Otis Redding), no te puede salir algo distinto a lo que facturaron estos Murciélagos -> Murciélagos Clan -> M-Clan.
Y ahora, servíos un trago de bourbon y dadle al play, madafacas.
No le demos más vueltas y comencemos a desgranar las canciones. Ya luego hablaremos de la edición. Abre el fuego el piano de Íñigo Uribe, cual Billy Powell de los Lynyrd. Luego se presenta la garganta de Carlos Tarque y, en seguida, la guitarra de Campillo. Y ni siquiera hemos llegado al primer minuto pero esto ya “Se Calienta”. Unos coros gospel nos refuerzan la sensación de que estamos en Nueva Orleans como poco y estos chavales murcianos diciendo: “aquí tienes, el primer tema de nuestro primer disco. Ya sabes lo que hay”.
“En mis manos”, más festivo y menos pantanoso, con guitarras, pianos y metales desde el inicio y con una letra más pegadiza y vacilona: “Y ahora que nadie nos oye, ahora que nadie nos ve, quisiera decirte una cosa, y a hacértela no más un poco después”. Y luego más slide de Campillo apoyado en las guitarras de Ricardo Ruiperez. Y una base rítmica atronadora como en todo el disco a cargo de Pascual Saura en el bajo y J. Antonio Otero en la batería.
Aceleramos aún más con “Un buen momento”, donde sumamos al coctel una armónica y unas guitarras aún más hard rockeras. Piano americano puro rock and roll, furiosas y frescas guitarras y la inflamable voz del cantante. Si no se te han ido los pies, estás muerto.
Si piensas que va a bajar el ritmo y el nivel, estás muy equivocado, y vas volar alto, como ellos. En “Volando alto” siguen echando más madera en la caldera del tren de rock and roll en el que se ha convertido la banda y que te va a arrollar sí o sí con un riff más hard y una letra y estribillo que puedes entonar en cualquier noche de fiesta y borrachera.
Damos la vuelta al primer plástico y reponemos fuerzas con el guitarrero medio tiempo “Miro atrás” donde las seis cuerdas de Campillo y Ruiperez se acoplan perfectamente entre la voz de Tarque y el piano de Uribe.
Más coros negros en “Dentro de la esfera”. Vamos, que esto lo hace Quique González y ya tenemos a todos los gurús de la música americana sureña de nuestro país soltando la baba y corriéndose en su ropa interior (iba a ser más gráfico, diciendo eyaculando en sus pantalones, pero queda demasiado machista, hay que ser más inclusivo y la otra figura se puede aplicar a ambos sexos, creo yo).
“Perdido en la ciudad” con unas afiladas y saturadas guitarras y unos efectivos vientos pone el listón en lo más alto. No en vano, es una de las pocas canciones de su primera época que los M-Clan y Tarque en solitario, siempre han metido en su repertorio en directo, como os conté aquí y aquí. Y el final del tema, todos desbocados: voz, guitarra, vientos, piano. Orgiástico.
Y después del climax, un poco de relax con la blusera “Hermana” para demostrar que no todo es energía y que se mueven genial en el medio tiempo.
Para abrir el segundo disco, tenemos otro de los puntos álgidos del LP, “Donde el rio hierve”. Otro trallazo rockero, de nuevo con la armónica. Siempre me pareció muy Black Sabbath aunque el slide de Campillo le da otra dimensión y Ruiperez termina de engarzar con su toque fresco.
Y como el rock es un ejercicio de chulería y arrogancia, los M-Clan se ponen chulos en “No sabes hacerlo bien” y, por eso mismo, es uno de mis preferidos del disco y uno de esos temas a los que recurro cuando necesito un subidón de energía.
Y cerramos la cara C y lo que en su momento era el Cd original, con la lisérgica “Ron Vudú” ideal para apurar el tercer vaso de bourbon que deberías estar tomando mientras escuchas el disco. Si aún no te has puesto ninguno, ya vas con retraso. Venga, levanta y sírvete uno.
En la cara D tenemos cuatro temas: los dos primeros ya aparecieron en la reedición del 2008 de Cd. Y los dos últimos son nuevos para esta edición en vinilo. De hecho, el compact disc que acompaña a este doble plástico es el de aquella edición, con trece temas. Abre fuego “Como una piedra”, con un riff que me recuerda a los Aerosmith y un hammond y acompañamiento de metales sonando en todo el tema para darle un cierto aire funky a este hardrock que ínfulas de Extreme. “Hasta cuando” con un sonido más puro de rock and roll. “Habitación 113” es un single que editaron en formato triangular cuando aún eran Los Murciélagos, una genial idea de un Campillo con 40 de fiebre. Dicen las malas lenguas que siempre sobresalía una esquina sobre el resto de plásticos y los Dj’s lo pinchaban más en los garitos murcianos. Y acabamos con una versión del “Can’t Get Enough” de los Bad Company en directo.
Fue producido en los Ardent Studios de Memphis por Jeff Powell (ingeniero de sonido de discos de Allman Brothers, Lynyrd Skynyrd, Stevie Ray Vaughan...grabados en ese estudio) en julio de 1995. Excepto la última versión, todas las canciones están acreditadas a Carlos Tarque, Eduardo Ruiperez y Santiago Campillo, posiblemente las letras de Tarque, ya que aparece en todas y los dos guitarristas juntos o solos con él en las tres combinaciones posibles.
Ya lo habéis escuchado. Así que, decidme, ¿es o no es un pedazo disco de rock and roll en castellano? Pues el siguiente trabajo de los murcianos, “Colliseum”, es todavía más mejor, que diría aquel. Mucho más duro y afilado. Luego ya viene la historia que casi todos conocemos: se aliaron con Alejo Stivel para hacer el Usar y tirar, con el que llegaron a número uno en los 40 con la versión de Steve Miller Band, “Llamando a la tierra”, suavizando su sonido y letras. Grabaron un acústico, Sin enchufe, donde lo rompieron con “Carolina”. Y las disputas internas entre la banda y Campillo terminaron en que este se marchó del grupo, con paso por los juzgados para reclamar su parte. Completaron una década con trabajos más o menos facilones y comerciales con bastante éxito hasta que volvieron a afilar su sonido recurriendo al productor Carlos Raya en Memorias de un espantapájaros y tornaron al blues/soul en Para no ver el final, un fantástico trabajo en el 2010 y terminar la trilogía con Raya con un más discreto Arenas movedizas. Ya en el 2016, con la producción de Brad Jones (Quique González, Sunday Drivers), se fueron a Nashville a grabar Delta, un disco sureño pero mucho más blando que sus dos primeros trabajos. En todo ese devenir, los únicos miembros fundadores que quedan en el grupo son Tarque y Ruiperez.
Hablemos de esta reedición. Publicada en 2021 por Warner Music al igual que la original (en realidad, M-Clan firmó con DRO, pero ésta era un subsidaria de Warner). Carpeta sencilla con la misma portada aunque con tonos más vivos. Dos vinilos de 180 gramos entre los que han repartido los temas como os he indicado arriba, acompañado de un CD con sólo 13 canciones en vez de los 15 del vinilo. El formato en el que vienen las letras es idéntico y las fotos que traía el CD también aparecen en los inserts o en las galletas de los plásticos. El porrón de agradecimientos, tanto a currelas de empresas o estudios, como a colegas de profesión también vienen reflejados en ambos.
Una metedura de pata importante para una compañía con tantos medios como Warner es que la versión de los Bad Company aparece como “Can´t get Enought” con “T” al final. Y, para terminar de rematar, viene acreditada a Kossoff y Rodgers. A ver, Kossoff, el guitarrista de Free y Rodgers, cantante en Free y Bad Company. Vaaale. Pero es que, la canción original está compuesta por el guitarrista de Bad Company, Mick Ralphs, como conté aquí.
Buen finde a todos que yo tengo doble celebración: concierto de los M-Clan y cumpleaños de mi princesa guerrera mayor, de nombre de guerra capoeiriña “A Roqueira”.
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