The Hunter
Empecemos con una contextualización. Con Perfidia James Ellroy da inicio a un segundo Cuarteto de Los Ángeles que cronológicamente precede a aquel primer y ya mítico Cuarteto que había inaugurado La Dalia Negra a finales de los 80. Para dicha precuela no solo recupera personajes de aquel, sino también de su imponente Trilogía Americana, construyendo así el proyecto de un corpus novelístico de once títulos con los que dar testimonio de la/su historia de los EEUU durante tres décadas.
"En este momento, nuestras opciones se reducen a hacerlo todo o no hacer nada."
6 de diciembre de 1941. Los Watanabe, una familia de origen japonés, aparece muerta en su domicilio de Los Ángeles horas antes de que Pearl Harbor sea bombardeado. Tambores de guerra. ¿A quién le importa los cadáveres destripados de unos japos? Con esta premisa -y con su prosa febril, telegráfica y sincopada- el autor de El Gran Desierto vuelve a arrastrar al lector a su particular universo de violencia, podredumbre y corrupción. A una ciudad sumergida en el miedo y la paranoia donde farolas y neones se apagan, los coches deben circular con las luces de posición y sus habitantes deben cerrar las persianas por miedo a los ataques aéreos y los submarinos. Una urbe en expansión, una caldera de racismo y locura. Hombres Lobo aullando a la luna.
"La lluvia amainó. Cada tantos segundos echaba un vistazo al espejo retrovisor. Su cara seguía siendo la misma.
Había visitado México con el Dudster. Pensaba que después de eso tendría una apariencia distinta.
Kay Lake había apuñalado a una mujer y ahora tenía un aspecto distinto. Pensaba que él seguiría el mismo camino".
Obsesión. James Ellroy dice de él que es un hombre obsesivo que escribe sobre hombres obsesivos. Y en esta L.A. en guerra nadie duerme. Todos deambulan por la ciudad como si hubiese caído sobre ellos una maldición. Consumidos. Unos manteniéndose en pie a base de benzedrina, otros por medio de plegarias. Aunque son decenas y decenas de personajes (entre ficticios y reales) los que pueblan las casi 800 páginas de Perfidia, son cuatro en los que descansa el peso de la narración. Hideo Ashida, nisei (japonés nacido en EEUU) y el químico forense más brillante del departamento de policía, aprendiendo los códigos de un "mundo de hombres" hará lo que sea para preservar la seguridad de su familia ante los planes que el gobierno tiene para los ciudadanos de origen nipón. El ambivalente y fascinante capitán William H. Parker, ferviente católico consumido por el alcohol, la ambición de llegar a la jefatura de la policía, acosado por el recuerdo de una mujer y preparando el tablero para la inminente guerra contra los rojos. Kay Lake, a la que los lectores recordarán de La Dalia Negra, una de las grandes creaciones literarias de Ellroy, el único personaje que nos hablará en primera persona, una mujer tan valiente e inteligente como temeraria e inconsciente. Y si de grandes personajes hablamos, qué decir de otro viejo conocido, el aquí sargento Dudley Smith, mefistofélico, magnético, cruel, violento, pero al que los ojos se le llenan de lágrimas mientras ve bailar a su hijastra (no desvelaremos su identidad para los que no hayan leído aún el libro) con un vestido verde, el color de su vieja Irlanda.
"Dejé el sobre para el cartero y me senté al piano. Había perdido la práctica, pero cobré impulso a medida que tocaba. Lee no apareció. El teléfono no sonó. Nadie llamó a la puerta. El Chopin era para Claire, el Grieg para Scotty, el frío estudio de Rachmaninoff era para Hideo. Dediqué el magistral Beethoven al único que se lo merecía".
Ah, y el Amor. Amores reales, amores ficticios, amores -claro- obsesivos, amores no confesos, amores peligrosos. Porque a pesar del manido apelativo de "perro diabólico" Ellroy es un romántico y este es finalmente (cómo olvidar Jazz Blanco o Sangre Vagabunda) el protagonista de la novela. En un mundo de grises y dobleces, la última -¿única?- posibilidad de redención.
Ellroy ha madurado, cuenta, ya no va por ahí diciendo que es el mejor escritor del mundo. No hace falta. Abramos Perfidia por la primera página: Ellroy es bueno, muy bueno.
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