ZEPPELIN ROCK: ANNIHILATOR - Alice in Hell (1989): CRÍTICA Review

sábado, 8 de agosto de 2020

ANNIHILATOR - Alice in Hell (1989): CRÍTICA Review


por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia




La pregunta era: ¿Una banda canadiense de thrash metal? Y eso mismo debieron de preguntarse los directivos de Roadrunner cuando firmaron en verano de 1988 con Annihilator y se decidieron a relanzar un trabajo que llevaba dando tumbos por el estudio de grabación desde un año antes. La banda la formaban Jeff Waters, principal compositor y guitarrista, y Ray Hartmann, batería. Juntos habían entrado y salido cientos de veces de los estudios Fiasco Bross, en Vancouver: como no tenían presupuesto, pagaban barato el estudio en las horas que quedaban libres, con lo cual tenían que estar dispuestos las 24 horas del día.




Después de algo más de un año, faltaban por meter las voces. ¡No tenían cantante! Aunque Jeff lo intentó sin éxito. Cuando Roadrunner les ofrece el contrato, deciden probar con un amigo; Randy Rampage se encarga, con más ganas que técnica, de meter unas voces vibrantes, entusiastas, llenas de rabia, que encajan a la perfección en el universo melódico-thrash de Waters.

De formación jazz y clásica, Jeff descubrió que lo suyo era el metal cuando la ola ruidosa que acababa de nacer de manos de Slayer, Exodus o Metallica le alcanzó. Decidió meterse de lleno, pero con más melodía, buscando aunar su formación y técnica con la velocidad y los cambios de ritmo propios del estilo.




Y lo logra . En Alison hell, en Ligeia o en W.T.Y.D. (Welcome to your death) desarrolla riffs brutos con melodía y cambios de ritmo perfectamente calculados. Además, las letras sencillas pero a tono con la música no dejan indiferente tampoco. En Alison hell una niña terrorífica al más puro estilo King Diamond; en Ligeia, el cuento de la muerta rediviva de Poe (miedito da el asunto); en W.T.Y.D. la muerte te visita, ¿qué vas a hacer?

Además, Jeff se luce en dos instrumentales: el inicial y acústico Crystal Ann y las dos partes de Schizos (are never alone). Y si no has tenido bastante, te quedan la brutal Human insecticide, quizá la más thrash “de la época”, y la magnífica Word salad. Ahí queda eso.

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