ZEPPELIN ROCK: Crítica de LA REBELIÓN DE LOS SIMIOS (J. Lee Thompson, 1972): Reseña

domingo, 20 de octubre de 2019

Crítica de LA REBELIÓN DE LOS SIMIOS (J. Lee Thompson, 1972): Reseña



por Möbius el Crononauta


Como ha de suponerse, a principios de los años 70 el mundo debía de seguir teniendo sed de simios, y el productor Arthur P. Jacobs (junto a Frank Capra Jr. en calidad de asociado...; en el mundo del cine siempre hay conexiones de lo más extrañas) desde luego tenía hambre de dólares, y ya en la tercera entrega, en la que la historia se volvía del revés y eran dos simios parlantes quienes volvían a la Tierra humana, el final dejaba una puerta abierta a una cuarta parte, que, obviamente, no tardó en llegar.



Para esta cuarta entrega se rescató muy de lejos algo del argumento de la novela original de Pierre Boulle, adentrándose en la precuela de la saga, es decir, la extraña enfermedad que mata a perros y gatos y convierte a los simios en nuestras mascotas preferidas. El caso es que lo hacen tan bien que pronto de mascotas se convierten en esclavos, y al poco de años (¿cuánto tarde en convertirse un simio bebé en simio adulto?) ya tenemos a simios de las tres clases del mundo planetosimiesco (chimpancés, gorilas y orangutanes) ejerciendo todas las labores manuales que se nos ocurran. Hay desde camareros simios hasta barrenderos simios pasando por simios que te llevan la compra y simios becarios que, como cualquier becario humano, hacen de todo un poco. Todo esto en una extraña América mezcla de la Alemania nazi y el viejo Sur esclavista.




Vaya, en resumidas cuentas, que tenemos de esclavos a un montón de simios por todo el mundo, y para variar los tratamos a patadas. Todo esto ante la silenciosa indignación de Armando, el dueño de un circo, y su mono César (Caesar en inglés), a quien el empresario circense salvó de la matanza de sus padres habladores en plan ángel anunciador, y ahora, con el chimpancé ya crecidito, se lo lleva a la ciudad de paseo. Pero claro, aquí los humanos ya somos en su mayoría los malos, y le toca a César mentar a la madre de los humanos, en plan Heston, pero con un pecho más peludo aún. Y claro, aunque el tal Armando intenta disimular, a partir de aquí, como diría un simio anglosajón, all hell breaks loose.

Es en esta parte intermedia del film, cuando César se oculta entre los simios tontuelos, en que nos topamos con las partes más cachondas de la peli, aparte de la cómica frase que suelta una rubia en una terraza de un bar, afirmando que desde que se sabe que el tabaco no es perjudicial ya no le gusta tanto. Sí amigos, la sombra de El dormilón de Woody Allen es alargada.




Pues nada, que en la siguiente media hora los humanos quedamos a la altura del betún, todo eso en mitad de una crueldad sin ton ni son bastante chistosa. En el futuro de mascotas simias no sólo los llevamos a empujones de un lado para otro, sino que además los adiestramos a base de porrazos, palos, descargas eléctricas e incluso lanzallamas (?). Me pregunto si hoy en día domamos a los caballos con lanzallamas y descargas o algo así. Obviamente hacemos el bestia con muchos pobres animales, pero vamos esos adiestramientos no parecen muy precisos. Pero tampoco le busquemos la cola al gorila, que esto es La rebelión de los simios, no una rebelión en 3D. Si hay que lanzallamear a los malditos orangutanes para que aprendan a servirnos agua, se les lanzallamea y listos.

Párrafo aparte para una de mis escenas preferidas de la película: ésa en la que tratan de enseñar a un gorila a hacer la cama, y éste se vuelve loco y empieza a romper el colchón. Como bien sabían los ZAZ, lo del gorila loco nunca falla. ¿Quién sabe si no estamos ante un tataratataratataratataratataratatarabuelo del general Ursus? ¡Un respeto para los gorilas!




Y bueno, cuando al tal Caesar se le hinchan los pelos de las rodillas, llega la parte más polémica de film, con el personaje afroamericano de la peli solidarizándose con los esclavos simios, en lo que supuso un curioso paralelismo entre los simios y el Movimiento por los Derechos Civiles que pasmó a más de un hermano negro. ¿Era Caesar una especie de Malcom X peludo, o de qué iba todo aquello? ¿Se trataba de acercar al espectador a la causa simia, o chotearse en la Revolución Negra? No se sabe, pero el discursito del amigo negro en calidad de descendiente de esclavos al amigo Caesar tiene guasa. A pesar de esta presunta ida de olla, en realidad la parte final es la más potente, cuando Caesar se monta su particular rebelión de Espartaco. Sin embargo el final previsto no pareció gustar al público y lo cambiaron por una jipiada ñoña metida con calzador que además rechina aun más si se ve el final original, una conclusión aplastante, más oscura y apocalíptica, que habría resultado un magnífico broche final a la película y a la saga. El final original lo podéis localizar en Youtube o en la crítica que de esta peli hizo el DrQuatermass, quien también recomienda el film, aunque desde una perspectiva distinta a la mía.




Pero no solo quitaron el final demoledor, sino que el amigo Jacobs se sacó de la manga una quinta parte que es para darle, valga la rebuznancia, de comer aparte. Así que en otra ocasión os contaré lo que pienso de la traca final para la saga simia definitiva.

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