ZEPPELIN ROCK: Las mejores películas de 1946 - Lo mejor del cine del año 1946

domingo, 27 de mayo de 2018

Las mejores películas de 1946 - Lo mejor del cine del año 1946

El cartero siempre llama dos veces.

por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC




Estamos ante otro de los mejores años de la historia del cine, sublimación Noir e ingente cantidad de obras maestras con mayestática presencia de grandes maestros. Un año con genialidades de Hitchcock, Ford, Welles, Hawks, Capra, Lang, Vidor, Siodmak, Mankiewicz, Lubitsch, De Sica, Wyler… se me ponen los pelos de punta.

Como vengo apuntando además (aunque como siempre hay presencia de todos los géneros), el Cine Negro sigue deleitándonos con su plena madurez una vez estalló el género, con otro puñados de obras referenciales y eternas. También el Neorrealismo iba dando ya pasos más que seguros.

Siento vértigo al hacer esta retrospectiva en la que voy viendo cómo se van forjando y depurando géneros, cómo nacieron iconos, cómo se acumulaban clásicos en el mismo año, como se definió todo hace no tanto…

¡Qué bello es vivir!


Las mejores películas de 1946
(lo mejor del cine de ese año)


A VIDA O MUERTE, de Michael Powell y Emeric Pressburger.

Fascinante película de género fantástico donde un hombre que se debate entre la vida y la muerte debe defender su caso ante un tribunal celestial. Protagonizada por David Niven, uno de los actores más distinguidos vistos en pantalla, Powell y Pressburger realizan otra joya llena de audacia y talento.


A TRAVÉS DEL ESPEJO, de Robert Siodmak.

¡Qué años tuvo Siodmak en los 40! ¡Y vaya año 46 con estos dos títulos que os traigo! Un intriga hitchcockiana excelente que, a pesar de todo, me gusta algo menos que otras de sus más conocidas obras. Magnífico y perfecto exponente de cine de suspense con la influencia del psicoanálisis, cada vez más presente en las tramas, por todo lo alto. Un ejemplar thriller psicológico.


CADENAS ROTAS, de David Lean.

Lean iba desbocado ya, adquiriendo poco a poco esa esencia épica que lo definiría, haciendo gala de su obsesión y perfeccionamiento técnico. Aquí adapta a Dickens. Es ahí, en lo técnico, en la creación de atmósferas, uso de fotografía y encuadre, donde más reluce esta célebre adaptación, inferior a la novela, pero exquisita, magnífica.




CLANDESTINO Y CABALLERO, de Fritz Lang.

Más que correcto thriller que sin ser de lo mejor de Lang deja momentos sublimes, aunque ciertos baches narrativos y trompicones en la historia la hacen flojear, especialmente en la parte central, ya que al final la película recobra el vigor. Es la película que cierra la tetralogía de thrillers antinazis que dirigió Fritz Lang y que sin ser de los más brillantes es otra muestra del talento desmesurado de su director.


CORRIENTES OCULTAS, de Vincente Minnelli.

Una entretenida y atractiva película que iría en la onda de “Luz que agoniza” (George Cukor, 1944), “Sospecha” (Alfred Hitchcock, 1941) o “Secreto tras la puerta” (Fritz Lang, 1947), si bien Minnelli no destacaba tanto en este género como sus otros colegas. En cualquier caso, efectiva para pasar un buen rato.


DE AMOR TAMBIÉN SE MUERE, de Jean Negulesco.

Drama intenso y moral con dos grandes actores en los papeles protagónicos, la inconmensurable Joan Crawford y el gran John Garfield. Uno de los mejores trabajos de la actriz, y tiene muchos buenos, para una obra notable.


DUELO AL SOL, de King Vidor.

Vidor es, quizá (lo he comentado varias veces), uno de los directores más pasionales y sensuales de la historia del cine. Y quizá también “Duelo al sol” sea el western que posea esos elementos de manera más sublime. Arrebatadísimo triángulo amoroso, atrevidísima película, soberbia de cabo a rabo… salvo por la insufrible interpretación de Jennifer Jones, que es horrenda.




EL CARTERO SIEMPRE LLAMA DOS VECES, de Tay Garnett.

Crecí creyendo que era la obra maestra incontestable del género. No lo es ni de lejos, pero sí un icono excelente. Perfecto ejemplo de Cine Negro Clásico en su vertiente de mujer fatal y crimen marital. Como ven, el Noir estaba en su apogeo, entregando sus grandes clásicos.


EL CASTILLO DE DRAGONWYCK, de Joseph L. Mankiewicz.

Drama, intriga, aliento gótico. Mankiewicz iba poco a poco calentando motores. Es uno de los mejores directores y guionistas de la historia que este año debutó con dos cintas en la dirección. El año que viene entregó/entregará ya su primera obra de arte, pero las dos de este son excelentes también.


EL CRIMEN DE LA CALLE DE BORDADORES, de Edgar Neville.

De nuevo el gran Neville, el gran cronista madrileño, contándonos la historia de investigación sobre un crimen, vertebrada en flashbacks. Una entretenida película de uno de nuestros grandes nombres.


EL DIABLO Y YO, de Archie Mayo.

Una joyita poco conocida, uno de esos placeres que concede siempre el Cine Clásico. Aquí tenemos una mezcla de varios géneros, desde el cine de gángters a la comedia fantástica, pasando por el drama y la comedia romántica. Original comedia protagonizada por Paul Muni, un magnífico actor que quizá no tuvo toda la suerte que mereció. Apostad por ella, merece la pena.




EL EXTRAÑO, de Orson Welles.

Welles deleitando en el cine de intriga. Quizá un punto por debajo de sus descomunales obras maestras, pero ¿cual no lo está? Sólo por ver el sentido con el que encuadraba, su barroquismo inteligente, su capacidad visual… merece la pena… Pero es que además es una obra incontestable.


EL EXTRAÑO AMOR DE MARTHA IVERS, de Lewis Milestone.

Soberbia película de cine negro. Una obra maestra de personajes enfermos hasta la imposibilidad de la redención, de relaciones turbulentas y dañinas, tóxicas… De obligado visionado.


EL FILO DE LA NAVAJA, de Edmund Goulding.

Las consecuencias de la guerra y la difícil integración tras el horror, en un viaje redentor. Magnífica adaptación de la obra de Somerset Maugham, un melodrama excepcional, profundo y de enjundia, lleno de espiritualidad y calado. Otra que deben apuntar en letras gruesas.


EL LIMPIABOTAS, de Vittorio de Sica.

Incontestable obra referencial del Neorrealismo italiano dirigida por uno de sus principales exponentes, el gran De Sica. Sensible, real y descarnado retrato del contexto de un país tras la guerra. Imprescindible.




EL PECADO DE CLUNY BROWN, de Ernst Lubitsch.

La sutileza de Lubitsch amansando a Jennifer Jones. Maravillosa comedia romántica, digna del maestro. Una de sus grandes obras que merece un disfrutón visionado. Apunten, apunten.


EL SUEÑO ETERNO, de Howard Hawks.

Obra maestra fuera de rango del Cine Negro Clásico. Una de sus obras paradigmáticas, quizá la perfección en la vertiente con detective investigador. Magistral adaptación a Chandler donde las licencias y variaciones respecto a la novela no hacen sino elevarla aún más como película. Hawks presumiendo de su abusivo talento, visualmente impecable, con trama retorcida en la que nadie sabe quién mató al chófer, un Bogart iconográfico, mujeres fatales y no tan fatales… Aquí está todo, señores. La época dorada del Noir, como les vengo explicando desde hace unos capítulos.


ENCADENADOS, de Alfred Hitchcock.

Obra maestra, otra más para este maravilloso año. Una de las mejores películas hitchcockianas olvidadas. Quizá la mejor en ese micro género. Cary Grant en un papel alejado de su estereotipo, clavándolo como era costumbre. En la antología del director, pero menos nombrada y citada que otras de sus obras. La maravilla hecha grúa en picado, el suspense minimalista sublimado. Imprescindible.


ENVUELTO EN LA SOMBRA, de Henry Hathaway.

Entretenidísima película de Cine Negro dirigida por ese maestro que era Hathaway. No la escucharán en las listas de los grandes clásicos del género, pero merece la pena darle la oportunidad, como a tantas joyas escondidas.




ESCÁNDALO EN PARÍS, de Douglas Sirk.

Interesantísima película del gran Douglas Sirk que aunque no está entre sus más conocidas obras merece toda la atención. Deliciosa, encantadora, de un humor exquisito, irónica y en todo momento brillante. Desconocida película que no tiene desperdicio y sí todas las virtudes de un director incapaz de la mediocridad y el simplismo.


FORAJIDOS, de Robert Siodmak.

Obra maestra absoluta. Paradigma del Cine Negro de punto de vista. Ejemplar estructura y rigor narrativo. Paradigmático título que, este sí, está en la antología del género, aunque pueda parecer más desconocido o menos célebre. De nuevo las consecuencias y dificultades para reincorporarse a la sociedad tras la guerra en una trama de robos y crímenes excepcional liderada por Burt Lancaster. Incontestable.


GILDA, de Charles Vidor.

Otro clásico eterno. Vidor creó un icono de este personaje femenino, con escenas (ese guante sugerente, esa bofetada), que han pasado a los anales de la historia. Muy en la línea de “Casablanca” (Michael Curtiz, 1942), la pareja Ford-Hayworth está en el Olimpo de las que más química han mostrado en pantalla. Una nueva obra maestra para este año, una nueva obra maestra Noir.


LA BELLA Y LA BESTIA, de Jean Cocteau.

Una de las grandes adaptaciones de la obra de Jeanne Marie Leprince de Beaumont. Una gran opción para saborear la historia más allá de Disney. Una buena película.




LA DALIA AZUL, de George Marshall.

Otra de Cine Negro bastante conocida gracias a su pareja protagonista: Alan Ladd y Veronica Lake otra vez juntos. Es una buena e interesante película, aunque languidece respecto a otras de este mismo año.


LAS PUERTAS DE LA NOCHE, de Marcel Carné.

Una particular película poco conocida en la que se mezcla la intriga romántica y el tono negro. Una apuesta más que interesante y seductora, que tiene muchos alicientes.


LA VIDA ÍNTIMA DE JULIA NORRIS, de Mitchell Leisen.

No sólo era bueno con las comedias, también hizo dramas excelentes, como este que nos ocupa. Un dramón en toda regla repleto de calidad y con interpretaciones magníficas. Havilland ganó el Oscar con esta cinta… no es para menos.


LOS MEJORES AÑOS DE NUESTRA VIDA, de William Wyler.

Una de las mejores películas de la historia. Para muchos lo mejor que hizo Wyler, que ya es mucho decir. Nunca se ha retratado mejor las consecuencias de la venida de la guerra, la dificultad de la integración. Como ven es un tema bastante tratado, ya sea con una visión Noir o una más reflexiva, como en este drama. Una idea que da para tratar innumerables conflictos y sentimientos universales. Una obra mastodóntica, sublime, esencial. Absolutamente imprescindible.




PAISÀ, de Roberto Rossellini.

Otra joya del Neorrealismo italiano, que comienza a entregar gema tras gema. Una obra fragmentada, compuesta por seis episodios retratando las consecuencias del avance de las tropas aliadas por Italia durante la 2ª Guerra Mundial.


PÁNICO, de Julien Duviver.

Reflexivo y más que interesante drama con toques de intriga y thriller. Un buen guión que expande la historia concreta al contexto histórico. Muy desconocida, muy atractiva.


PASIÓN DE LOS FUERTES, de John Ford.

Con esta descomunal obra maestra, el genio Ford logró lo que para mí es un hito, fundir los dos géneros más completos del cine, el western y el Cine Negro Clásico, en una sola película, algo que estaba ahí, que subyacía, pero que el maestro plasmó finalmente en esta obra imperecedera, uno de sus más brillantes títulos, aunque suene menos que otros. Un cinéfilo que se precie no puede dejar de verla.




QUÉ BELLO ES VIVIR, de Frank Capra.

No sólo es la película de la Navidad, es una de las mejores obras de su director (lo que ya lo dice todo) y una de las mayores obras cinematográficas de todos los tiempos (en este 46 hay varias). Es pura magia desprendiéndose de la pantalla, donde el drama, la comedia, los valores católicos, la fantasía están mezclados con tal naturalidad y perfección que asusta. Por si fuera poco tenemos una de las mejores interpretaciones masculinas de todos los tiempos. James Stewart está aquí en otra dimensión. Capra lanzó su obra maestra cuando las cosas empezaban a cambiar. Venía de su paso por el ejército y era consciente de que era posible que nada fuera igual, pero el poco éxito de una cinta que creía excepcional pudo acabar provocando que perdiera interés por las labores de dirección, de hecho sólo rodaría cinco películas más después de ¡Qué bello es vivir! Ahora es un mito, un icono, un arquetipo hecho película.


SOLO EN LA NOCHE, de Joseph L. Mankiewicz.

El debut de Mankiewicz. Un thriller, una película de Cine Negro vertebrada en la amnesia del protagonista. El director se vio algo limitado, lo que perjudicó seguro a la película, pero incluso así es un título más que estimulante.


TIERRA GENEROSA, de Jacques Tourneur.

La capacidad para las atmósferas de Tourneur no tiene parangón en la historia del cine. Incluso los westerns que realizó tiene un aura especial, un toque fantasmagórico sutil muy personal. Aquí, junto a Dana Andrews, que nos estaba dejando grandiosas obras maestras (este mismo año la citada “Los mejores años de nuestra vida”), nos ofrece un western que se aleja del tópico del género, aunque no lo parezca. Quizá nadie lo mencionará entre sus favoritos, pero si eres fan del género seguro que te resulta atractivo en su particularidad.


UNA NOCHE EN CASABLANCA, de Archie Mayo.

Los Hermanos Marx, que habían faltado estos años atrás, regresan con esta joyita que los recuperaba para la causa tras algún bajón. Hilarante y con grandes momentos.




UTAMARO Y SUS CINCO MUJERES, de Kenji Mizoguchi.

El maestro Mizoguchi se sumerge en universos que le eran bien conocidos. El mundo femenino, el arte, los prostíbulos… Una magnífica película de uno de los mejores directores japoneses. Serán numerosos los títulos que de él vayan llegando.

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