ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Alien Convenant" (Ridley Scott, 2017): Reseña

domingo, 30 de julio de 2017

Crítica de "Alien Convenant" (Ridley Scott, 2017): Reseña


por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC



No hay manera, no. Y lo peor es que se sabe y se sabía.

Lo más triste de estas precuelas, que a su vez con relanzamiento de la franquicia, es que están dirigidas por el hombre que inició todo.

La saga “Alien” alcanzó su esplendor en el 86, tras las dos primeras entregas, a partir de ahí ha vagado sin rumbo y con la única intención de sacar réditos a su nombre. Quizá por ese pensamiento, Scott decidió retomar su criatura y aprovecharse de ella él mismo.




Tras el fiasco que significó “Prometheus”, muchos aún tenían la esperanza de que aquello se recondujera o adquiriera algún sentido con las continuaciones. No ha sido así. Lo más que se puede esperar es tener algún mecanismo de terror aseado con la eterna criatura de protagonista o quedarnos con algún momento, alguna escena o algún personaje. Poco más.




De nuevo tengo que incidir e insistir en las manías y defectos de Scott, que pretende convertir la saga “Alien” en un tratado filosófico, en una pretenciosa historia metafísica, que se codee con “Blade Runner”, y “Alien” no es eso en absoluto. Está convirtiendo “Alien” en una saga pedante a más no poder, cuando era un mecanismo de atmósfera y suspense, pura adrenalina y vehemencia. A Scott jamás se le ha dado bien eso, ni sus esmeros por intelectualizar relatos. Cuando un guión profundo le llega es capaz de sacarle el máximo partido, pero nunca ha funcionado cuando ha querido meter mano en ese sentido.





Ridley Scott ha centrado sus miras en David, un superviviente, el sintético protagonista, para convertirlo en un gran villano gracias del trabajo de Michael Fassbender. Es del personaje que se vale para plantear preguntas metafísicas y pedanterías varias con la intención de dar enjundia a un mito al que no le hacía ninguna falta, dando como resultado un “postureo” vacuo y pretencioso signo de los tiempos.

La estructura del film tiene muchos puntos en común con la cinta original, aunque luego se descubre un mero subterfugio en muchos aspectos para justificar giros de guión, como ese inicio con un evento destrozando la nave y despertando a la tripulación (visto en títulos recientes además, como “Passengers” o “Life”). Dicha estructura luego tiene ciertos aspectos interesantes, como esa alteración en la sucesión típica de estas películas o la diversificación de muertes y aliens, desviaciones en la trama.




Ni que decir tiene que la película es visualmente brillante, con muchas de las características del cine de Scott, con ese uso de claroscuros, la clásica estética expresionista, neo expresionista, del magnífico director británico, que en algunos casos remiten al anterior titulo de la franquicia, “Prometheus” (2012), pero en otros muchos nos llevan a la película original.




De nuevo el guión es el gran lastre. A la pretenciosidad y pedantería que pegan poco con la esencia “Alien” en esta intención de expandir su universo, donde ya no sabemos qué criatura es una u otra y los personajes se multiplican casi sin sentido, debemos añadir los comportamientos y decisiones absurdas de la gran mayoría de personajes (salvemos a la protagonista interpretada por Katherine Waterston), la arbitrariedad constante en presuntos científicos y la dispersión en las peripecias y acontecimientos, que deja atrás el natural fluir con que se desarrollaba la cinta original, convirtiéndose en algo episódico, fundamentado en set pieces más o menos impactantes sin mucha cohesión.




Además tenemos algunos momentos de traca, pero esto ya es otro tipo de espectáculo, claro está.

Es por ello que la legendaria atmósfera, que fue la que logró que el pavor se introdujera en los huesos de todos los espectadores, el lento y sosegado fluir que parecía destinar a todos a la tragedia y la fatalidad, se pierde aquí por completo. Bien es cierto que su inicio y planteamiento es sosegado, pero nunca logra, y da la impresión que tampoco pretende, esa atmósfera viciada, enfermiza, maquiavélica, del título original, quedando sólo la intención de estirar los impactos, que son efectivos y contundentes. Hay más sangre y gore.




Lo que antes buscaba mantener casi oculta a la criatura, ahora se convierte en una aburrida exhibición de la misma entre pedanterías. Lo que antes eran lentas panorámicas y travellings inquietantes, ahora son excesos de montaje y música acentuada. Lo que antes era un desarrollo cuidado, medido, exhaustivo, ahora son impactos, locura y celeridad. Lo que antes era atmósfera, ahora es acción más o menos convencional.




Eso sí, siempre nos queda la lluvia en las películas de Ridley Scott, que son un deleite visual.

Hay cierta intención de rescatar ciertos aspectos de la película original, donde incluso tenemos esa sexualidad que ya he mencionado en alguna ocasión. Incluso a la tercera, dirigida por David Fincher, con esas compuertas que se abren y cierran en la recta final…

Por lo demás, tenemos una cinta tramposa, que en realidad engañará y sorprenderá a pocos, pero efectiva como mecanismo de acción truculenta.




Nada que ver con la original, desde luego, ni con las claves que hicieron legendario a este mito, pero ahora se trata de sacar rédito, pasando de la sugestión, la sugerencia y la atmósfera al frenesí de acción y hemoglobina… con un impecable estilo visual.

Soy consciente de que soy duro, porque la película no es un desastre ni mucho menos, y funciona bien como cinta de género, incluso puede que guste más a los fans que “Prometheus”, pero no puedo ser magnánimo, no me sale, cuando se tocan los iconos sin que se sepa muy bien por qué, y que además lo haga de esta forma el responsable de la original.




Al final se parece más a las tantas y tantas películas que han mamado de la original que a una digna entrega del mítico “Alien, el octavo pasajero” (1979), lo que es una pena.

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