ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Un monstruo viene a verme" (Juan Antonio Bayona, 2016): Film review

domingo, 23 de abril de 2017

Crítica de "Un monstruo viene a verme" (Juan Antonio Bayona, 2016): Film review


por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC



Nuevo éxito del cine español de la mano de Juan Antonio Bayona que no sólo recibió el beneplácito de público, sino también el de la Academia española, que la premió con 9 Goyas, aunque no con el de mejor película, algo de moda: no dar el galardón de mejor película a la más nominada y premiada, ya que deben considerarlo una vulgaridad…

Basada en la novela homónima de Patrick Ness, Bayona completa una especie de trilogía (El orfanato, Lo imposible) sobre la familia, la maternidad, la infancia y la muerte, apelando a las emociones intensas, cuando no sensibleras, y un buen pulso narrativo y técnico. Una película eficaz pero irregular, evidente y poco sutil en sus postulados y en esa aspiración del director de ser el nuevo Spielberg.




Sí, Spielberg lo sobrevuela todo en la filmografía de Bayona. Esta alegórica cinta parece querer recoger la esencia de “E.T. El extraterrestre” (1982) fusionándola con la concepción ya vista de “Donde viven los monstruos” (Spike Jonze, 2009), quedando muy lejos de ambas.

¡Si hasta se recurrirá a la frase “Estaré aquí mismo” al final de la película!

La mentalidad infantil y su punto de vista es la clave vertebral de la película, concebida como un cuento con cierta moraleja y con una alegoría que retrate la gestión de emociones de los niños que dejan de serlo, la dificultad de crecer y la asunción de la muerte por estos.




La creación de un monstruo contenedor de todos los sentimientos y reflexiones, culpas, tormentos y buscadas redenciones, por parte del niño protagonista, es la materia primera del film, que además realiza una estupenda reflexión sobre el arte (el cine, la pintura, pero no limitados a ellos) como redentores, como educadores, como vehículos de madurez, como la única manera de entender lo que nos rodea. De ahí ese mimo por las historias que se muestran en dibujos animados, de esos planos sobre lápices que bailan sobre papel, a los que se les saca punta…

Y es que el pasado, el legado, el legado oral especialmente, su poder e influjo, acaban descubriéndose como contenedores de los espíritus de nuestros seres queridos, esos que nos regalaron historias, cuentos o experiencias.




Encuadra con brillantez Bayona, así como utiliza múltiples texturas y recursos para dinamizar el relato. Esos cuentos animados que se intercalan en la narración, estarían vinculados con lo explicado en los anteriores párrafos, donde las historias son el medio a través del cual Connor O’Malley (Lewis MacDougall) irá madurando.

Observen como buena parte de la película está rodada a través de rendijas, de puertas entreabiertas, asumiendo el punto de vista del niño, del universo infantil, con un rigor subjetivo bastante estricto.




También usa en muchas ocasiones desenfocados, que muchas veces dejan solamente a Connor visible con nitidez, siguiendo así con la idea de punto de vista subjetivo cuando sus entornos lo abruman, confunden o perturban.

Una culpa no asumida o incomprendida que es complicado sobrellevar para un niño, una culpa autoimpuesta que no es tal, por lo que la catarsis y la redención se hacen acuciantes.

Todo lo que vaya observando Connor, desde King Kong en el proyector al paisaje que luce desde su ventana, se filtrará en su mente para formar una evasión que le permita asumir y gestionar lo que le ocurre. Es por ello que el monstruo siempre aparecerá a las 12:07, pero cuando todo acabe la hora que veremos será las 7 en punto, es decir, justo la inversa, en un juego de espejos entre la realidad y la fantasía.




De alguna forma los personajes que rodean a Connor forman distintos aspectos de su personalidad (el padre, la abuela, la madre), que le irán definiendo y que él tendrá que ir ubicando.

Toda esta concepción, como ocurría con “Donde viven los monstruos”, tiene un problema. Las reflexiones que subyacen y se desarrollan, así como su expresión, son excesivamente profundas y maduras, por lo que es difícil congeniarlas con una mentalidad infantil. Un mal menor o necesario para acometer la metáfora. Con todo, nos hacen una ligera trampa intentando matizar este problema, con esa mirada final de la madre que verán ustedes en la película.




No es el único problema. Hay circunstancias tratadas de una manera muy tópica, desde la enfermedad al acoso infantil. Se reiteran determinados aspectos en demasía, así como se verbalizan ideas innecesariamente que habían quedado bien expuestas.

La relación entre madre e hijo es superficial, no está bien desarrollada para que comprendamos y sintamos su complicidad, con escenas fugaces o de drama desencadenado ya. Tampoco se palpa la soledad y el dolor del chico, también aspectos fugaces y supuestos en los que el espectador lo pone todo… Esto podría haberse corregido en la fase expositiva, demasiado apresurada e impaciente por sacar al monstruo, cuando podría haber dedicado más tiempo a estos retratos mencionados. Además, la metáfora se hace muy evidente desde la misma sinopsis.




La música es bonita, adecuada para el drama desarrollado, obra de Fernando Velázquez.

Una aceptable película que logra lo que pretende sin genialidades, porque, evidentemente, Bayona no es Spielberg, si bien se agradecen, y mucho, sus esfuerzos e ideas.


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