ZEPPELIN ROCK: Marea - En mi hambre mando yo: crítica del disco (revisited)

martes, 13 de marzo de 2012

Marea - En mi hambre mando yo: crítica del disco (revisited)



[Esta fue es una crítica renovada que parte de la que hice en septiembre de 2011, para rockthebestmusic, del álbum En mi hambre mando yo, de Marea. La he querido archivar por aquí también]. Decía más o menos así:


A finales de los años 90, siguiendo la estela, el rastro estilístico, de grupos como Barricada y, sobre todo, Extremoduro, surgen grupos que vienen a confirmar que ese estilo duro, urbano, de ritmos potentes en el que se insertaban letras poéticas y muy metafóricas era lo que al parecer buscaba gran parte de la masa juvenil. Las muchas golondrinas hacían verano, y convertían en estilo musical, en género (muy español, por cierto) lo que en principio había sido solo algo minoritario. Se trataba, por tanto, de una música continuista, con mucho de copia, o sabia imitación, y poco de invención (y quizá hubiese que hablar de algo de renovación, diría yo: todo estaba ya parido de algún modo); esto hay que decirlo.


Entre estos grupos tuvo especial acogida Marea (Forraje, demasiado olvidados, también ha hecho sus buenos pinitos). Algo tendría que tener su agua cuando era bendecida por tanto oído. Lo daban todo en los conciertos, pero, claro, aparte, es que las letras de Kutxi (seña de identidad y alma del grupo), aun sin entenderse demasiado (o quizá por eso), poseían el don –mágico don– de calar en la gente. Los adeptos las memorizaban incluso (merecían un premio estos jovenzuelos, ¡con lo que ha de costarle al bueno de Kutxi!): el vocabulario se presentaba descarnado, pero lleno de una poesía barriobajera inédita, en la que la rima era fundamental, el buen acomodo del ritmo y medida de los versos a la melodía, pero también la profusión de otros recursos poéticos (no estrictamente vanguardistas) como la aliteración (repetición de un sonido: el de erre de carraspera es fundamental, sobre todo para esa entonación buscadamente bronca que inventara el Drogas y vino a elevar Robe Iniesta), el empleo del sintagma metafórico, simbólico, la creación de imágenes encadenadas sin un referente a la fuerza real, pero sí con una materialización inmediata en la mente de quien escucha, etcétera (no quisiéramos aburrir con estos formalismos técnicos más propios de la Filología). Ahí está la clave del éxito, no obstante, en esos recurso del lenguaje. Sin la poesía, sin la letra de Kutxi (también con la voz conseguida en esa línea buscada) Marea no existiría. Porque en cuestión de hallazgos musicales, poco se ha inventado. Es así. Huelga decir que sin la existencia o precedente de Extremoduro (que ya se ha desviado sanamente, debidamente reciclado, por mejores sendas), tampoco Marea hubiese existido. A ellos deben su vida.

Me deben la vida, ¿que no?

El estilo de los Marea es bronco, ya decimos, áspero, en entonaciones y en ritmos, contundentes. Pues bien, todo esto no ha cambiado de ninguna manera en el último disco. Las letras no son mejores que en los discos anteriores (decir lo contrario es hacer mercadotecnia y eso solo les toca a ellos; es legítimo que lo hagan: el decir que este es el mejor). Son diferentes, claro, otras (las letras, digo), pero la línea es la misma que la conseguida en los discos anteriores, parecidos ritmos y bases melódicas. No creo que sus seguidores esperasen otra cosa, es decir, que Marea se pusiera ahora a innovar, nada de eso; lo que querían era más alpiste, y de la misma marca, después de 4 años de ayuno. Y eso han hecho. Y lo han hecho bien. Sería de necios cambiar, a no ser que uno se deba solo al arte (del que no se come en estos tiempos de hierro (Yosi dixit)). Los llenazos en los conciertos confirman lo que digo.

¿Aporta algo este último disco de Marea? Pues en primer lugar creo que el sonido es más claro, más conseguido, nítido, como queráis. Lo decían ellos hace poco en una entrevista: uno puede subir el volumen, que la música no pierde calidad. Las guitarras (por destacar algo) suenan a gloria… así que parece que los viajes a Vancouver y Portland para hacer las mezclas y masterización han valido la pena. Se apostaba a caballo ganador y no estaba de más gastarse unas pelas en calidad. Esto también lo han hecho bien los Marea. Luego vendrán los conciertos para ver si el sonido era del todo suyo o son solo juegos artificiales de estudio.

Miradlos, qué guapos están todos.

El disco se abre con el tema “Bienvenido al secadero”, el del supervisto videoclip, ideal elección para meter a la concurrencia en el bote: “Los faquires que se acuestan junto a mí y apuntalan escupiendo a viento mis entrañas de viejo” no significa nada objetivo, pero ahí tenemos un recurso sonoro magníficamente trabado de rimas internas y repetición de sonidos que ayuda a hacer poético lo que en otro contexto no sería sino humo. Será una constante en todas sus canciones, una de las claves de su éxito. Es un -imagino- homenaje a esa  "Breadfan" de Budgie, cuyo poderoso riff adoptan sin miramientos. Pero ir desbrozando el disco canción por canción me parece lo menos recomendable en el caso de Marea. Todo es lo mismo y distinto, donde las influencias son siempre las semejantes, donde las melodías son las de siempre… en fin, una música que terminará a la postre ahogándose en sí misma quizá, pero que ahora, de momento, le ha tocado vivir sus momentos de gloria… y hará historia. ¿Y se deja escuchar?, sí, también. Todos hemos sido esos jóvenes que entonan sus canciones a coro como cuando se es niño y se tararea esas retahílas surrealistas sin preguntarse por su significado, por nada, en definitiva, que importe más allá del ritmo y el mero hecho de sabérselas de memorieta. Marea deja un regusto de lirio rebozado en fango; han llevado a la lírica a beber no de las aguas límpidas de un arroyuelo arcádico, sino de las de un abrevadero de ganado o de un charco de chapapote. Es como convertir a la luna en una lata de foiegrás. También es poesía.

Por cierto, me gusta el punteo que se incluye en “La majada”, particularmente las letras de “El día que lluevan pianos” y “Ojalá me quieras libre” (en realidad, creo que todas rayan en altura), y cuánto del Sabina de la memorable “La del pirata cojo” hay en algunos pasajes de “Canaleros” (lo he agradecido cantidad, amigos), sintonizo con los riffs ochenteros de “Ángeles del suelo”, con los toques algo sureños de “Las últimas habitaciones” (es quizá con el tema que me quedo), y mola esa balada titulada “Plomo en los bolsillos” con contenidos que enlazan con la conocida cancioncilla del barquero, perteneciente al folclore infantil… En fin, cuando uno se va aprendiendo las canciones más va gustando. La espiral eternamente giratoria de los Marea te acaban atrapando en su tela de araña, y uno espera con indecorosa candidez se devorado. Poco importa, si uno disfruta con ello. Suerte también para el futuro.


Ángel Carrasco Sotos

2 comentarios:

  1. Muy buen post Angel, por su redacción , por invertir en nuestro rock patrio. He de reconocer que Marea es mi asignatura pendiente. Aunque si beben de las fuentes de Barricada, Extremoduro o Porretas no puede ser malo el caldo que salga.
    ¿Algun disoo en particular para recomendarme Angel a parte del que nos inyectas en vena aqui?

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  2. Besos de perro.

    Gracias por tus palabras. Desde este pequeño pedazo de la blogo se hace lo que se puede, hermano.


    Un saludo.

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