ZEPPELIN ROCK: Black Country Communion 2 - Crítica del disco

domingo, 18 de marzo de 2012

Black Country Communion 2 - Crítica del disco




Recupero para este blog la crítica que dejé para rockthebestmusic de este disco que coloqué entre los mejores del pasado añoAntes de empezar a hacer un análisis general del disco, tengo que decir que no puedo ser de ninguna manera imparcial. La voz tremenda de Glenn Hughes, ese portento que alcanza aún frecuencias imposibles (a su edad), me hace entrar en éxtasis, y esto de hacerte levitar así por las buenas, claro, siempre, se quiera o no, hace subir muchos enteros todo lo que toca (con su varita mágica): lo comprobamos en una entrada anterior cuando dimos cuenta de esa actuación-cameo con Rata Blanca.

Se trata de una voz que hechiza. Por eso es de ley adelantar que la verdadera protagonista de este disco es esa voz; la voz (del Rock), diría yo: una voz que Glenn ha ido educando y limando en favor de lo bien hecho, llena de pasión, de matices: es un todo. Por supuesto que si esa voz no estuviese bien aderezada por la composición musical, las bases rítmicas adecuadas y cierta complejidad que el rock fue abandonando (en favor de otras virtudes menos lúcidas) en los años 80, el disco solo llegaría a ser un producto mediano. Pero no es así.

Recordaréis que ya puse en lo más alto de mi lista de los mejores discos de 2010 el primer disco de esta banda, y en esto coincidí (que no acordé) con Perem y con algunos otros blogeros del entorno inmediato, y creo que este año el nuevo trabajo de BCC estará también en los primeros puestos. No sé si el primero, porque el año aún nos dará, imagino, gratas sorpresas (más allá de las que ya nos ha dejado), pero el pódium (ya lo adelanto) lo tiene asegurado. Porque creo que nadie puede negar que este Black Country Communion 2 tiene todas las trazas de un clásico de principio a fin: un disco que parece de otra época, de cuando el rock daba sus mejores productos, en aquellos añorados años 70. No todo es Hughes, en todo caso, y la mano magistral de Bonamasa también se ha dejado notar y para mí es algo de agradecer, como también la inigualable y singular de Sherinian en los teclados o Bonham en los tambores y platillos. En fin. Por eso los que tengan la suerte de asistir a ese Azkena estarán de suerte. La cosa promete y pinta más que bien.

El disco comienza potentísimo, con un crescendo que da paso a Hughes, a un ritmo trepidante muy Purple en punteos y teclados (gracias, Sherinian por ser tan Lord, ¿quién te ha enseñado?). “Outsider” es una buena elección, a mi parecer, para abrir este discazo.

El disco continúa girando y envolviéndonos esta vez con un segundo tema titulado “Man In The Middle”, más Rainbow en determinados pasajes. Decir que las guitarras son de órdago es recurrir a lo obvio pues va a ser una constante en todo el trabajo. Decir que la complejidad en la composición, tan variada, y que la producción, sonido y demás son sobresalientes también es acudir a algo innegable. Sin ser uno de los temas que más me llenan, se deja escuchar notablemente.

La guitarra acústica es la que lleva la voz cantante en la tercera canción, “The Battle For Hadrian’s Wall”, una balada de lírico lamento roto a veces por oportunos cambios de ritmo. Los tonos corales a lo Isaak de guitarras de fondo, algo Desire también si se quiere, y muy Purple –como siempre– última etapa, o muy Zeppelin (según se quiera) tienden a la sublimidad y empezamos a entonarnos; de modo que cuando suena el siguiente tema ya estamos a varios centímetros del suelo.

“Save me” comienza muy líquida en las notas de piano, con un tono de tendencia épico-lírica, por el que uno se deja arrastrar de inmediato. La melodía y la voz nos acunan placenteramente, a lo que ayudan los suaves punteos del final y, sobre todo, ese toque moruno (árabe) en los teclados que son los que dan al tema su toque personal. Y otra vez interferencias Purple, Zep y Sabbath que se agradecen. Sin duda, es uno de los mejores temas del disco. Creo que pronto lo veremos recibiendo merecidos elogios.

“Somekestack Woman” es la típica canción de relleno que aporta poco (sin que por ello quiera decir que no me gusta), pero la creo de transición hacia el que, en mi opinión es otro de los grandes temas del disco, “Faithless”. El toque blues-rock es el ideal para esas notas llenas de sentimiento que de la garganta de Hughes emergen a borbotones, impregnando el alma de melancolía. Habrá quien diga que esto es solo retórica, pero se equivocan de plano: y es que desde el aire, desde aquí arriba donde nos encontramos uno solo puede recurrir a vocabulario elogioso y rimbombante. Nuevos toques Purple en los teclados que tienden a lo arabesco, a crear jardines, motivos florales y volutas indefinibles de humo. Este tema es todo un encanto. Así lo siento.

“An Ordinary Son” es relajante y melodioso. Contiene secuencias Zep (ahí es donde recae, a mi entender, su mayor deuda, con permiso de los entendidos). Pero como en todas las canciones de este tipo incluidas en el disco, los tonos lacrimosos son destrozados por cambios de ritmo, timbre y volumen, y son tales mudanzas las que perfilan su singularidad.

“I Can See Your Spirit” es otro tema que no se desprende de las influencias sañaladas, pero no deja de presentarse como algo inflado o hueco, salvado por los punteos y esos teclados tan reconocibles.

Escuchando “Little Secret” uno piensa que Bonamasa no podía despedirse sin dejar su impronta marcadamente blues en uno de los temas. Pero la cosa es que, en su generoso recorrido, se interna de cuando en cuando en frondas más rock, un contrapunto a esa voz tristona de la que el gran Hughes hace gala a lo largo de este esplendoroso disco repleto de matices que desde aquí aconsejo, y que merece algunas escuchas antes de lanzar ningún tipo de juicio demasiado precipitado.

El disco termina con "Crossfire" (que, sin entrar en detalles, es solo un tema más con resonancias Marillion (¿homenaje?)) y esa canción titulada "Cold" que supuso un adelanto de lo que contendría el álbum, una más que digna balada que termina siendo la guinda de este espléndido disco; un disco que quizá no sea sublime sin interrupción y por supuesto no es un disco innovador, pero sí una trabajada obra (maestra) en la que habrían de mirarse algunos grupos actuales carentes de personalidad. Mirar atrás para que el buen rock de antaño nos sirva de referente, a veces (no siempre; ya sabéis que existen ejemplos actuales que emborronan este aserto) puede reportar beneficios sustanciosos. Y el mundo de la música lo agradece. Yo así lo hago.

Ángel Carrasco Sotos




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