Justice for all
Fue un hecho histórico acontecido en los años 20 del pasado siglo. El millonario belga L*** viajaba una vez más en su trimotor particular con sus consejeros y el piloto cuyo contrato ya iba por el tercer año. Ocho plazas, cuatro asientos a cada lado del pasillo. El millonario repasaba sus anotaciones para la conferencia financiera que daría en unas horas en el Casino Central de la capital italiana.
[Un apunte: Una vez robaron en su mansión y la dejaron arrasada de objetos valiosos, joyas, obras de arte. Él solo pensaba en su cuaderno rojo en el que tenía anotados los nombres de 400 mujeres y demasiados detalles escabrosos en cuatro o seis líneas sobre cada una. Ofreció una fortuna a quien diera con él y lo devolviese. Su mujer, abrazada a sus dos niñitas, lloraba, en cambio, por los vestidos robados o destrozados, por las alhajas desaparecidas, cuyo lugar en nuevos joyeros pronto lo ocuparon otras de mayor precio aún. Los valores siempre en alza permitían el dispendio y la disipación. Agua al mar, como decían en vociferantes murmuraciones cuñados locos de envidia].
Volaban a 1.200 metros de altura sobre el mar, ya a poca distancia de tomar tierra. El millonario se levantó de su asiento y se perdió por el fondo del avión, supuestamente dirigiéndose al servicio. Los otros tres ocupantes leían o dormitaban. El piloto se mantenía en cabina dirigiendo un avión que, debido al tiempo calmo, parecía deslizarse sobre dos raíles. Pasó un tiempo y L*** no regresaba. Alguien se levantó y fue en su busca. Nadie en el servicio. Parecía que el millonario se hubiese evaporado. Nunca se supo más de él. La policía barajó tres hipótesis: el asesinato, el suicidio o simplemente que el millonario hubiese abierto equivocadamente la puerta similar a la del servicio, justo al lado, que daba al mar a unos mil metros allá abajo. Solo hubiese hecho falta girar el picaporte. La prensa se llenó de titulares y los comentarios y artículos se fueron sucediendo durante un mes al menos hasta que el nombre y la figura del millonario acabaron volatilizándose, como su propia vida. Nunca se encontró su cuerpo ni el más mínimo rastro de su traje o sus zapatos. Nada. La viuda lloraba enjoyada como pudimos ver en las fotografías del sepelio. Una mano que nadie vio trazó con un bolígrafo una línea horizontal, azul, como un fino hilo, bajo el último comentario del millonario en su infame cuaderno rojo.
El caso del millonario belga L*** quedó archivado al no poder demostrar acusación alguna contra los ocupantes del trimotor.
El caso del millonario belga L*** quedó archivado al no poder demostrar acusación alguna contra los ocupantes del trimotor.
ÁCS
¡Estupendo!
ResponderEliminarJolines, pues se agradece la palabra (inédita). Saludos.
EliminarYa sabes que no destaco por alabar tus relatitos -algunos dejan mucho que desear, la verdad-, pero es que con este has creado una pequeña historia muy bien contada y con misterio.
ResponderEliminarPa mi que lo has copiao jajajajaja
Lo importante es que dejen mucho que desear, como por ejemplo que llegue el domingo siguiente para leer otro supermicro de "Cosas en los bolsillos". Desde que te dieron el premio Nobel de Literatura estás insoportable, jajaja.
EliminarPues ayer leí el de la virgen y el tío con boina. Muy bueno. Y ese cortísimo que acaba diciendo algo así como "los monos me dan cada vez más asco" jajajaja
ResponderEliminarA muchos de los micros los veo como cortometrajes, con una fotografía preciosa y una ambientación fantástica. Sería genial tener millones de euros y dedcarnos a la creatividad sin límites ¿eh?
Abrazos, Fiódor.
Mijailovich, jaja. Eeeeh, vaaale, esos dos me gustan a mí especialmente. Digamos que el de la virgen está más currado, pero el otro es cortito y da gustirrinín. Sé que usted piensa siempre con imágenes, porque es muy imaginativo. Si se anima con el micro, todo suyos. A mí me das por lo bajo los royalties y asunto terminado, aquí paz y después gloria. Abrazosss.
EliminarHola, Ángel.
ResponderEliminarLa verdad es que es una historia buenísima. ¿Qué pasó con L***? No sabría a quién acusar, aunque tratándose de millonarios portadores de infames cuadernos rojos, seguro que el que lo hizo desaparecer estaba muy cerca.
Jó, qué bueno, Ángel. Me parece una perita en dulce.
Un besabrazo gigante y felicidades.
¿Pero de dónde sales, Tow? He estado tentado de ponerme en contacto. Preocupado estaba ya. Gracias por las lisonjas.
Eliminar