ZEPPELIN ROCK: Segunda parte de los "Pensamientos estrangulados" de E. M. Cioran

domingo, 4 de febrero de 2018

Segunda parte de los "Pensamientos estrangulados" de E. M. Cioran


La semana pasada comenzábamos la serie, que hoy continuamos, de los "pensamientos estrangulados" del filósofo E. M. Cioran. Espero que aún hayan quedado algunos lectores vivos después de la primera andanada. Sé de buena tinta que en esta segunda caerán también algunos, pero uno confía en que los limpios de corazón (como quien esto escribe) sigan en pie hasta el final, aguantando contra viento y marea los embates de la palabra. Habla Ciorán. Arrodillaos (o subíos a algún árbol).

Pensamientos estrangulados (II):


Sueño con una lengua en la que las palabras, como los puños, rompiesen las mandíbulas.

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No existe ningún medio de demostrar que es preferible ser que no ser.

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No se cree realmente más que mientras se ignora que se debe implorar. Una religión no está viva más que antes de la elaboración de las oraciones.

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El deber primordial del moralista es despoetizar su prosa; y, solo después, observar a los hombres.

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Bien mirado, es más agradable verse sorprendido por los acontecimientos que haberlos previsto. Cuando uno agota sus fuerzas en la visión de la desdicha, ¿cómo afrontar la desdicha misma? Casandra se atormenta doblemente: antes y durante el desastre, mientras que al optimista se le ahorran los tormentos de la presciencia.

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Según cuenta Plutarco, en el primer siglo de nuestra era ya no se iba a Delfos más que para plantear preguntas mezquinas (bodas, compras, etc.).
La decadencia de la Iglesia imita la de los oráculos.

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Tarde de domingo. Calles atestadas de una multitud huraña, extenuada, lamentable -abortos de todas partes, restos de los acontecimientos, vomitona del globo-. Piensa uno en la Roma de los Césares, sumergida por la hez del Imperio. Todo centro del mundo es también su vertedero.

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La desaparición de los animales es un hecho de una gravedad sin precedentes. Su verdugo ha invadido el paisaje; no hay lugar más que para él. ¡El horror de contemplar un hombre donde podía verse un caballo!

Continuará...

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