ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Punto límite" (Sidney Lumet, 1964): Reseña (review)

lunes, 22 de enero de 2018

Crítica de "Punto límite" (Sidney Lumet, 1964): Reseña (review)


por Möbius el Crononauta



Corría el año 1964 cuando el inquieto director Sidney Lumet (Doce hombres sin piedad, Tarde de perros) pasaba por uno de sus momentos artísticos más dulces, tras haber rodado la aclamada El prestamista, un film psicológico que ahondaba en las heridas del Holocausto. El talento técnico de Lumet (que comenzó su carrera como actor) y su habilidad narrativa forjada en la televisión hicieron de él un nuevo referente dentro de la generación de nuevos directores independientes que con Stanley Kubrick a la cabeza renovaron el lenguaje cinematográfico en los años 50. Ya el debut de Lumet, Doce hombres sin piedad, un formidable éxito de taquilla y crítica, demostró que el director era alguien a tener en cuenta.




Precisamente en ese año, Lumet llevó a la gran pantalla la novela Fail-safe de E. Burdick y H. Wheeler. La novela, escrita en plena crisis de los misiles en Cuba, versaba un hipotético ataque nuclear a la Unión Soviética debido a un error o fallo mecánico.

La película de Lumet, visualmente agresiva y con un estilo vanguardista al gusto de la época (se rodó en blanco y negro y tiene unos créditos poco ortodoxos), constituye una especie de metáfora sobre el peligro de las armas nucleares y el concepto de "disensión". Con un bajo presupuesto (todas las escenas son interiores y las pocas imágenes que vemos de bombarderos fueron compradas entre material sobrante) Sidney Lumet, que en su debut ya había demostrado su habilidad para rodar en interiores, se convirtió en un director de talento rodando un film de serie B. 




El desarrollo de los acontecimientos no es mostrado directamente, sino a través de pantallas y conversaciones telefónicas. El tremendo acierto de la figura del intérprete no sólo permitió prescindir de mostrar a los soviéticos, sino que también cargó las escenas entorno al presidente de cierto dramatismo e incertidumbre, si bien hay momentos en que el papel de Larry Hangman resulta algo forzado, sobretodo en lo concerniente a sus opiniones sobre el tono de voz del líder soviético. Por contra, el peso de la película recae en un Henry Fonda (el presidente norteamericano) cuya interpretación es sin duda una de las grandes bazas de Punto límite. De haber tenido a un actor de menos categoría la estructura del film podría haberse venido abajo, sin embargo Henry Fonda sale indemne del film. Pocos actores han logrado ser tan expresivos como él haciendo tan poco. También destaca Walter Matthau como un frío y despiadado analista político.




Las irregularidades del film se deben sobre todo al guion, en el que participaron los propios autores del libro. Algunas frases y escenas resultan forzadas o poco creíbles a pesar de las buenas interpretaciones de los actores y la maestría de Lumet. Sin embargo, la trama resulta bastante interesante. La película es como un cuento con una moraleja sobre la que reflexionar. Y aunque los tiempos de la Guerra Fría ya quedan lejos, las armas nucleares siguen existiendo y las tensiones entre países y esferas siguen produciéndose. Aunque en realidad Punto límite más que en el aspecto político se centra en la propia existencia de misiles y armas nucleares y de la ambigüedad entre decisiones humanas y seguros mecánicos o informáticos en los que las personas confían, y que sin embargo pueden fallar.




La tensión del film va en aumento a pesar de que en muchos momentos solo vemos al presidente encerrado en un despacho con su traductor. El crescendo alcanza su culmen en una escena final que marcó una época (¡hasta fue parodiada en Los Simpson!) y que lleva a un (en apariencia) oscuro silencio, aún cuando al principio escuchamos los aplausos y gritos de una plaza de toros y un avión en vuelo. Mientras los créditos finales avanzan, un característico e inquietante pitido telefónico le hace a uno sentirse incómodo. Moraleja: al otro lado de la línea, un futuro horrible parece ser lo que aguarda al hombre si no soluciona sus propios problemas y mediante sus esfuerzos alcance una paz que salvaguarde el bienestar de futuras generaciones. O tal vez al otro lado de la línea tan sólo haya un teléfono derritiéndose.

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