Ladrón de suyo
TODO acontecía como tenía previsto. La ventana estaba entreabierta y fue por allí por donde pasó hasta el interior de la casa. Cruzó despacio el pasillo, casi a oscuras, y llegó hasta el dormitorio donde la mujer estaba sola, profundamente dormida. Abrió el cajón de la mesita de noche donde se guardaba el dinero, tras los calzoncillos recogidos (introdujo la mano hasta el fondo para coger el puñado de billetes liados con una goma). Pero fue quizá un pequeño chasquido irresponsable lo que hizo que la luz del aplique lo sorprendiese de pronto, descalzo, con una media cubriéndole la cabeza, mirando a una mujer que era la suya, una mujer que le echaba la bronca de nuevo por esa reiterada afición suya tan pueril.
©Ángel Carrasco Sotos
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