Precioso soneto este que os traigo hoy en esta sección de poesía erótica, un poema que algunos atribuyen a Quevedo. El poeta se dirige en este caso a las mujeres casadas (más aún a las mal casadas, es decir, a aquellas de las que el marido se ha distanciado en este caso) y las alecciona con unos consejos que, aun hoy, podrán servir, imagino, pues para hacerse desear -ya sabréis- hay que entregarse como a pequeños sorbos, sin darlo todo de una vez, pues ya sabemos que lo que es gratis nunca se valora, sino que, más bien, se llega a asimilar como un derecho, y es que (como suele recordar Andrés Trapillo) "a cambio de todo, nadie da nada"). Crece siempre el deseo por aquello que se nos niega. ¡Que os aproveche, gentiles damas!
Damas, las que os quejáis de mal casadas,
haceos desear, haréis amaros;
jamás os acaezca convidaros
por más que estéis con ellos abrazadas.
Siempre habéis de mostrar que sois forzadas,
que os vence el marido, y con reparos
de resistencia siempre habéis de armaros
y veréis como sois más estimadas.
Cuando sintierdes más qué es lo que quiere,
mostrado entonces menos entendello
dejad búsquelo él, que manos tiene.
Y quando lo buscare y lo pidiere,
primero que vengáis a concedello,
probadle el apetito con que viene.
ÁCS
No hay comentarios:
Publicar un comentario