by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)

Esta película que hoy os presento prometía, en principio, ser sumamente bizarra y gore, de esas pasadas de vueltas que tanto me divierten y nunca dejo pasar la ocasión de comentaros. Para aquella tarde del domingo había escogido una nueva obra del realizador Ryan Nicholson, el mismo de Gutterballs, otra cinta que ya os comenté positivamente y que me hizo pasar un buen rato aun teniendo en cuenta de que se trataba de un producto de serie B de los baratos. Esta vez nos las habíamos con la ofensiva Hanger –es decir, colgador o percha-, otra serie B o C o D que prometía ser todo un compendio de elementos de horror y escenas extremas y desagradables, uno de esos subproductos en los que se echa sangre, falta de escrúpulos y algo de sexo en una coctelera, se agita, y da como resultado un bocado interesante para los frikis como yo. Sí, piltrafillas, cuando le he dado al play estaba salivando ante la hora y media que me esperaba.
Acompañado por mi habitual copa de ron añejo colombiano de la sobremesa de los domingos, he comenzado a ver la historia de una venganza, la de Hanger, el apodo de un chaval que ha sido cuidado por un homeless hasta la mayoría de edad, quien junto a un tal John –un tipo duro y quizás su padre- persigue a un sádico proxeneta llamado Leroy que 18 años atrás obligó a su madre, una puta llamada Rose, a abortar introduciéndole un alambre de percha por la vagina –en una escena desagradable incluso para estómagos curtidos como el mío, amiguitos- porque en su estado nadie se la quiere follar. No me diréis que ante una sinopsis así no era una película atractiva. Tenía putas, un asesino deforme –física y mentalmente- y la perspectiva de ver litros de sangre y mutilaciones era más que verosímil.
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