ZEPPELIN ROCK: Marlon Brando de cerca: Anécdotas, lo que significó, quién fuera

jueves, 24 de agosto de 2017

Marlon Brando de cerca: Anécdotas, lo que significó, quién fuera


por Möbius el Crononauta



Nadie duda de que Marlon Brando fue el mejor de su generación, si no de todas las generaciones de actores que en el mundo del cine han sido, y él lo sabía. Marcó un antes y un después en Hollywood; hizo de "el Método" santo y seña para los actores y actrices que le siguieron, y, sobre todo, interpretó de un modo magistral varios de los personajes más recordados de la historia cinematográfica.



A diferencia del sensible James Dean o el torturado Monty Clift, o de la aparente dureza de un Steve McQueen, Marlon Brando poseía una confianza en sí mismo inquebrantable. A pesar de tener una infancia problemática con notables carencias afectivas y de haberse convertido en todo un problem child en su adolescencia, Brando revertió todo eso convirtiéndose en una máquina de ego
con determinación de granito.





Cuando Hollywood se rindió a sus pies y todos deseaban complacerle, Brando despreciaba a todo el sistema, al estatus de ser actor y a la gran mayoría de estrellas con las que se encontraba. Para él las películas eran un medio de ganarse la vida, y mientras otros morían por conseguir papeles o ganar premios, el bueno de Marlon se dedicaba a tocar los bongos y bailar ritmos caribeños.




En su interesante autobiografía Canciones que mi madre me enseñó, Brando abre una (pequeñísima) puerta a su otro yo, sus miedos, debilidades y, sobre todo, sus logros. Pero es desde luego un acercamiento sesgado a su vida. Brando cuenta sólo que quiere contar, y como era habitual en él, su exacerbado ego le hace diferir en más de una ocasión de la realidad. Fue más bien un medio de embolsarse una generosa cantidad, pero con todo es un libro que tiene interés, al fin y al cabo hablamos de el mejor. El repaso de su carrera es una serie de éxitos conseguidos gracias a él y otra serie de fracasos culpa de directores, técnicos, guionistas o de quien fuese. Por supuesto, él nunca tuvo responsabilidad alguna.

Como cuando durante el rodaje de El rostro impenetrable, que él mismo se encargó de dirigir, tuvo esperando al equipo en una playa hasta que las olas fueran "perfectas". Horas y horas pasaron, hasta que el ayudante de dirección le hizo notar que estaba mirando por el lado equivocado del visor. ¿La respuesta de Brando? "¡Maldita sea! No me extraña que lleve una semana de retraso!"




O aquella ocasión durante el rodaje de Rebelión a bordo, donde en una escena debía interpretar a alguien con graves quemaduras. Como había leído en alguna parte que los quemados graves muchas veces parecen sentirse como si se hubieran helado, Brando se acostó en una cama llena de hielo para parecer más convincente. Sin embargo, a la hora de rodar la escena, Brando había olvidado su parte del guión. Poco después cayó enfermo, provocando uno de entre muchos retrasos que causó el actor durante el rodaje.

El que ha sido uno de sus papeles más aplaudidos, el coronel Kurtz de Apocalypse Now, tuvo un nacimiento difícil. Brando, que cobraba un millón de dólares por su corto papel, llegó al rodaje con un enorme sobrepeso. Sorprendió al director, Francis Ford Coppola, rapándose el pelo, y aún le sorprendió más cuando a mitad de rodaje Coppola descubrió que Brando no se había leído El corazón de tinieblas, novela en la que parcialmente se basaba el film. Aunque llegó a perder algo de peso, el actor exigió que se le enfocara siempre entre tinieblas. El coqueto actor dio así una de las mejores aportaciones a la película, pues el resultado de las escenas es espectacular.




Su aportación a la película Superman sin embargo no fue tan buena. No sólo cobró una obscena cantidad por unos cuantos minutos, sino que además interpretó al que se suponía padre del superhéroe llevando un lujoso reloj. Otras de sus ideas para la película (ya que era un alienígena, ¿por qué no ser un croasán gigante o un maletín verde?) fueron tomadas como meros chistes.

Su canto del cisne fue El último tango en París, con un personaje que tenía mucho de autobiográfico y con el que se identificó mucho. Sin embargo, ya por aquella época Brando hacía tiempo que había perdido el interés por rodar películas. Sus trabajos se fueron espaciando más y más, y sólo una millonaria oferta podía sacarle de casa.

Durante los años 90 Brando tuvo que pagar abogados y hospitales, y su fortuna desapareció. Obligado a trabajar de nuevo, aceptó cualquier papel siempre que la oferta fuera suculenta. Pero su dedicación nunca estuvo acorde a sus ganancias.




Rodando The Score de Frank Oz Brando difícilmente se aprendía el guión, llamaba al director "Miss Peggy" por su trabajo en los Teleñecos y para asegurarse de que le grabaran sólo de cintura para arriba (su obesidad mórbida era ya legendaria) el enorme actor en rara ocasión llevó pantalones durante el rodaje. Otra simpática anécdota tuvo lugar rodando La isla del doctor Moreau. Una vez más, Marlon Brando no estaba dispuesto a aprenderse frases o guiones, así que el director le dictaba lo que tenía que decir a través de un pequeño transmisor. Según David Thewlis, uno de los miembros del reparto, a veces el transmisor captaba señales de la radio de la policía, ¡con lo que de vez en cuando el actor soltaba en la escena frases inconexas de robos y atracos!

Brando siempre hizo lo que quiso, y su paso por las fiestas hollywoodienses siempre han sido un cúmulo de anécdotas. Sean Penn, fervoroso fan del orondo actor, invitó a éste a su boda con la actriz Robin Wright en 1996. Brando no tardó en emborracharse, se quedó dormido y al despertar se decidió a pronunciar unas inconexas palabras a modo de brindis. Cuando Jack Nicholson trató de persuadir a Brando para que se sentara, éste optó por bajarle los pantalones.




Fue único dentro y fuera de la pantalla, y aunque se hable de sus años de decadencia y sus problemas fueran divulgados constantemente por la carroñera prensa amarilla, Brando siempre quiso vivir a su modo y pasarlo bien mientras pudiera sin importarle nada más. La interpretación para él nunca fue demasiado importante, pero le bastaron unos cuantos años para dejarnos un legado imperecedero y muchas actuaciones grandiosas. El aniversario de su muerte se acerca, y esa es una excusa tan buena como cualquier otra para volver a ver El padrino o Un tranvía llamado deseo.

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