Nada Fácil
Y entonces aprendí que vivir en ese mundo no iba a resultar fácil. Al tercer día, por ejemplo, descubrimos que los perros eran hombres disfrazados. Luego vino lo de la lluvia de pelucas, los libros ahorcados de los árboles y aquel viejo que vendía sus uñas cortadas a precio de oro. O Antón enamorado de las bestias.
©Ángel Carrasco Sotos
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Lluvia... ¿de pelucas?
ResponderEliminarSí, y Antón enamorado de las bestias. Era un mundo muy raro, ya le digo.
ResponderEliminarHola, Ángel.
ResponderEliminarConozco a muchos hombres disfrazados de perros, también al contrario.
Me gustaría que llovieran pelucas, así cada día podríamos lucir un pelo diferente (ideal para los calvos). Pena siento si los libros se ahorcaran... Pero lo que no puedo es con las uñas de ese viejo... argggg, menudo asco.
Qué imaginativo eres, ¡madre mía del amor hermoso!
Un abrazo muy grande.
Sí, Tow con lo de las pelucas pensaba en mí concretamente. Es como un sueño, jaja. En cuanto a algunos libros tendrían que estar ahorcados desde su nacimiento y no habría que descartar la silla eléctrica (pienso en "Mein Kampf" o en los de César Vidal, Pío Moa y toda esa pléyade de historiadores casquivanos y dañinos).
ResponderEliminarEsas uñas valían su precio en oro. Era un mundo muy raro, pero no creas que muy diferente al nuestro.
Un abrazote, chatunga.