ZEPPELIN ROCK: STEVEN WILSON - The Harmony Codex (2023): CRÍTICA Review

martes, 26 de diciembre de 2023

STEVEN WILSON - The Harmony Codex (2023): CRÍTICA Review

 

Por Esteban Martínez (@EMartineC)



Una cosa que nunca podríamos negar a Steven Wilson es, a mi entender, su espíritu libre e inquieto. Bueno, sin ir muy lejos, viene de una década realmente brillante, ya sea homenajeando a los próceres del progresivo en The raven that refused to sing (2013) o girando hacia sonidos más amigables (claramente en busca de ese hit memorable que él mismo ha comentado en sus conciertos no tener) en la pasada por Hand.Cannot.Erase (2015) y To the bone (2017). Sin embargo, hay algo curioso: pese al éxito cosechado, el vocalista decidió salir de ahí y enfrentarse a un precipicio auto impuesto. Fue entonces cuando optó por ese salto sin red titulado The future bites (2021), y este The harmony codex no se queda atrás, insistiendo en el trabajo electrónico, llevándolo aún más lejos y encerrándose en estructuras exploratorias tan desconcertantes como fascinantes.



Steven Wilson vuelve acá a soltar la cuerda de la creatividad y decide jugar a placer. Aunque a diferencia de lo realizado dos años atrás, regala algunas perlitas que "matizan" el asunto. Habrá pasajes en el álbum que coqueteen con un progresivo tradicional, ahí tienes los diez pomposos (aunque geniales, vaya joya de tema) minutos de 'Impossible tighrope', baladas acústicas bonitas esperables de su autoría como 'What life brings' (donde se disfraza de David Gilmour en los cuidados solos) o piezas emocionalmente intensas como 'Rock botton' junto a su fiel Ninet Tayeb. Sin embargo, estos no son más que pequeños guiños puestos ahí para evidenciar el que no le costaría volver a todo eso, el punto es que no quiere, no le apetece ni interesa. ¡Y lo entiendo! Si finalmente Wilson ya tocó las teclas que debía tocar durante veinte años, ¿buscas ese tipo de música? Ahí tienes la discografía completa de Porcupine tree para indagar (incluso el más reciente Closure/Continuation, en total piloto automático), su catálogo en solitario previo a 2020 + proyectos extras (Blackfield, por ejemplo). Esto es otra cosa, y no hay más. Lo tomas o lo dejas. 



Aunque no todo funcionará acá, con momentos donde al buen Steven pareciese le cuesta hacer pie con este sonido. 'Inclination' es la prueba más clara. Abre el álbum e ilusiona con esa intro oriental y explosiones muy a la Peter Gabriel (¡esa batería en plan 'Red rain'!), sin embargo, el tema se dilata y pasando el minuto tres acaba perdiéndose en el relato, volviendo a nosotros únicamente en su minuto final gracias a una guitarra que regala delicados paisajes. Pero eso, el tema funciona a chispazos. Algo similar le ocurrirá en 'Economies of scale', con esa electrónica minimalista que recuerda al Radiohead era The king of limbs pero que solamente da vueltas sin llegar a norte claro perdiéndose entre la falta de intensidad y la monotonía. 




Será en la Cara B del álbum donde el asunto si definitivamente abandonará las concesiones y se lanzará en picada a las atmósferas inmersivas, encontrando momentos en donde el viaje crece muchísimo gracias a la exquisita producción que presenta. Y es que el disco a partir de 'Beautiful scarecrow' se sumerge en un pozo lúgubre e inquietante marcado por un notable trabajo de percusiones, las cuales darán paso a las atmósferas tétricas de 'The harmony codex' (otra que se extiende por casi diez minutos) seguidas de la tensión generada en 'Time is running out', primero sobre el piano y luego metiendo electrónica + guitarras (precioso lo del 2:50 en adelante). Lo dicho entonces, que durante toda su segunda parte el álbum parece encontrar aquello que Steven Wilson venía buscando y que confirma en esa recta final armada por la cruda oscuridad de 'Actual brutal facts' seguida de una maquinal y rabiosa 'Staircase', dejándonos un álbum que definitivamente termina mucho mejor respecto a como comienza. 



Ser valiente tiene mérito, más en estos tiempos donde ir a contracorriente no paga. Sin embargo, seamos claros: ningún álbum funciona únicamente por ser osado. The future bites fue la prueba, un álbum que más allá de las buenas intenciones acabó por sonar confuso y poco atractivo. Y es que la exploración continua viene con un riesgo bajo el brazo: acabar perdiendo el rumbo al punto de olvidar que fue lo que comenzaste buscando. En esa lógica, lo de Steven Wilson en The harmony codex parece ser la luz al final del camino. El trabajo no es perfecto, dos o tres temas se le vuelven a quedar a media cocción, habrá además quienes extrañen las guitarras (aunque en el álbum las hay), otros la intensidad (que también hay) y quienes le detesten por retomar esta senda electrónica en lugar de seguir junto a Porcupine tree. Lo cierto es que en su línea, nos ha entregado otro álbum atrevido y uno que en gran parte de su trámite (sobre todo la segunda mitad) trae de regreso al compositor brillante que es y que lo muestra más claro respecto a hacia donde quiere ir. 

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