
El caso es que, en cuanto te sumerges en las aguas de Slavery Records y empiezas a surfear cada página, es inevitable verte inmerso en un mar repleto de discos, acordes, melodías y canciones que se adueñan de ti sin preguntar. La historia fluye de modo que es difícil darse cuenta, y, entre capítulo y capítulo, tienes una sensación similar a cuando suena el Rocket To Russia. ¿De verdad ya ha terminado?
No faltará quien cuestione la necesidad de leer este libro existiendo el Alta Fidelidad de un Nick Hornby, que también sobrevuela Slavery Records. Seamos serios un rato: eso es como ponerte en modo me enfado y no respiro y negarte el placer de saborear el Southern Harmony And Musical Companion, porque, claro, ya tienes el Shake Your Money Maker. Es compatible gozar con ambos libros y entender que uno bebe del otro sin que haya necesidad de enfrentarlos. "I Can’t Explain" tampoco se entendería sin el riff de "You Really Got Me" y se puede amar a los Kinks y los Who. ¿He dicho que se puede? Es que debería ser obligatorio en cualquier civilización que presume de inteligente, vamos.
Ojalá tengamos más pronto que tarde noticias literarias de Pedro Learreta, porque libros como este siempre contribuyen a mejorar la temperatura del alma y te reconcilian con el siempre complejo deporte de seguir apostando por la fe en la humanidad.
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