ZEPPELIN ROCK: BLIND MELON - Soup (1995): CRÍTICA Review

martes, 30 de abril de 2024

BLIND MELON - Soup (1995): CRÍTICA Review

 

The Hunter


Supongo que estaréis conmigo en esto, que en plena fiebre "alternativa", que tu debut fuese grabado en la ciudad de Seattle bajo la supervisión de Rick Parashar (que por entonces gozaba de las mieles del éxito merced a su trabajo en el Ten de Pearl Jam) como poco te garantizaba la atención inmediata de los medios. Si encima, como mascarón de proa contabas con un single irresistible, no podías esperar -como así fue- más que el éxito. Dicha canción ("No Rain") transmitía alegría, placidez y jovialidad, sensaciones acentuadas por su correspondiente vídeo, con los miembros de la banda ataviados con abalorios y ropajes de los 70 en un bucólico entorno.



Poco importaba que, aun siendo una canción fantástica, no fuera el reflejo fiel de lo que en su interior podíamos encontrar: unos neo-hippies de los 90 transitando a su manera el camino hollado en el pasado por grupos como Grateful Dead, Allman Brothers o Lynyrd Skynyrd, diferenciándose así de muchos de sus contemporáneos. Con cuatro millones de copias vendidas de su álbum homónimo y tras ejercer de teloneros para estrellas como Lenny Kravitz, los Rolling Stones o Guns N' Roses, para su segunda obra Blind Melon se trasladan junto al productor Andy Wallace a la ciudad de Nueva Orleans. Esta, con su mezcla de colores y culturas, su locura, su bullicio y su decadencia, se harán notar en todos y cada uno de los cortes de Soup



Frente al espíritu jammy que invocaba buena parte de su estreno discográfico, las nuevas composiciones son el resultado de la indudable madurez de unos músicos capaces ahora de reflejar mil y un matices en canciones que nunca sobrepasan los cuatro minutos. Sostenidos sobre la imaginativa batería de Glen Graham -con esas paradas que le hacen desaparecer del cuadro para asomar de nuevo impulsando la canción a nuevos e impredecibles territorios- y los personalísimos arabescos de las guitarras de Christopher Thorn y Roger Stevens, los nuevos temas semejan un tapiz salpicado de bellas y complejas filigranas. Mosaico de sonidos acústicos y grooves eléctricos; banjos, kazoos, vientos, pianos y cuerdas; jazz callejero, psicodelia y folk. Respirando la libertad de miras de obras como Nothing's Shocking o Led Zeppelin III



Y por encima, completando el mosaico, Shannon Hoon con su emocional y emocionante voz convertida en estremecedora correa de transmisión de las más puras y duras sensaciones: el desamparo, la necesidad de empatizar, el recuerdo de los que no están con nosotros, el vértigo de no saber cómo pedir ayuda, la esperanza ante una tan aterradora como deseada paternidad. Poco importa que ni la crítica ni el público lo entendiese, a los que Soup nos lleva acompañando casi veinte años nos basta con sumergirnos en él, perdernos en cada uno de sus vericuetos y dejar que ese reconocible temblor estremezca de nuevo nuestro cuerpo. Algo que solo la música surgida del alma, de la vida, puede lograr.

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