ZEPPELIN ROCK: TEARS FOR FEARS - The Tipping Point (2022): CRÍTICA Review

lunes, 28 de marzo de 2022

TEARS FOR FEARS - The Tipping Point (2022): CRÍTICA Review

 


Por Esteban Martínez (@EMartineC)




Tears for fears regresan (esa dupla Orzabal + Smith) tras dieciocho años de silencio. Han logrado finalmente limar asperezas y tras un par años de discusión interna, donde Curt Smith incluso en un momento abandonó el buque, ha salido humo blanco mediante diez canciones que resumen de buena forma el presente de la banda, sobre todo de Roland Orzabal, quien hace unos años perdió a su esposa, asunto que cruza transversalmente el espíritu del disco.



Ahí, el primer diagnóstico es claro: el álbum no suena a nada que hayan hecho antes, lo cual es todo un mérito. No significa esto que The tipping point venga en pleno 2022 a reinventar la rueda o algo similar, pero a estos genios hay que darles el que una vez más han sabido interpretar su momento sin necesidad de apelar al auto plagio ni a la descarada nostalgia para emocionarnos. 

En dicho sentido algo ya anticipaba la fantástica 'The tipping point' (la canción), primer adelanto que conocimos del álbum meses atrás, un tema con toques electrónicos pero que de todas formas suena orgánico gracias a esa batería tan presente que meten, el juego de voces cercano que bien saben utilizar y un coro melódico/adictivo que ha convertido a la canción rápidamente en un verdadero neo clásico de la banda, digamos, algo que querríamos oír de todas maneras en algún concierto de la banda. 

Antes y después de la mencionada aparecerá un tono reposado y reflexivo con el que la dupla ha querido declarar intenciones: este es un álbum de unos abuelos de sesenta años, pero unos muy pero muy cool (basta ver la pinta que Roland Orzabal estrenó para este álbum para comprobar lo que digo... ¡qué tipazo!). El caso es que 'No small thing' abrirá el disco en un a línea completamente acústica, siendo esta una hermosa declaración de amor (y madurez) que sabe encontrar en su estructura unas alzas de intensidad conmovedoras (ese "cause freedom is no small thing..." del 2:16 es un subidón de aquellos), mientras que 'Long, long, long time' recurrirá a voces más agudas, a la electrónica que marcará los tiempos y unos coros atmosféricos perfectamente logrados. Ambas son piezas delicadas que encontrarán excelente continuación en el pop de 'Break the man', la única canción en todo el disco que es claramente Curt Smith, y la única también que conecta en su tono acústico/melódico con los inicios de la banda.



De aquí en adelante, hay que decirlo, Roland Orzabal y su inmenso talento tenderá a consumir el álbum. Aparecerán en la Cara B del disco canciones de su autoría, algunas revelan ese espíritu (siempre) inquieto que ha caracterizado su carrera, como es el caso de 'My demons' o 'End of night' (similares en materia de arreglos a 'The tipping point', combinando rock y baterías electrónicas), mientras que la recta final traerá de regreso las baladas y tonos oscuros, aunque el trauma de The seeds of love (1989), el de las canciones largas y sobre cargadas, seguro Smith aún se lo cobra a Orzabal por lo que este solo se alarga en los seis minutos de 'Rivers of mercy', la más espiritual del trabajo claramente, mientras que en 'Please be happy' escribe a su fallecida mujer, en un mensaje que persigue la redención, hablando de su depresión y todo aquello que la llevó a la muerte.

El álbum cerrará con una re interpretación de 'Stay', canción que había aparecido en el compilado Rule the world: the greatest hits en 2017, y quizás por eso mismo fue injustamente ignorada por todos nosotros. Seguramente por eso acá han querido recuperarla en una versión algo más acústica, que no está mal pero francamente no aporta demasiado frente a la original. 

Cerramos así un álbum sólido como roca. En su (esperado) regreso, Tears for fears dan palos por acá y por allá. The tipping point no es un álbum de electrónica ochentera, tampoco un disco de guitarras (es más, estas apenas aparecen). Es más bien un trabajo que mira al presente de manera honesta. Melancólicos a momentos, inquietos en otros aunque jamás olvidando su espíritu de banda pop. Ya tan solo la Cara A del disco, esas primeras cinco, resulta un golpe de madurez brutal e incontestable. La dupla pone la experiencia sobre la mesa y ahí, pese al paso del tiempo lucen inagotables. Que decir, sencillamente eternos. 

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