ZEPPELIN ROCK: DREAM THEATER - Falling into Infinity (1997): CRÍTICA Review

sábado, 16 de enero de 2021

DREAM THEATER - Falling into Infinity (1997): CRÍTICA Review


por Rockología (@RockologiaTwit)
del blog Rockologia

Quiero pensar que soy, con mucha probabilidad, de los pocos seguidores de Dream Theater que colocarían este Falling into Infinity en su top 5. Y no digamos si acudimos a la crítica más laureada, que deja este álbum como prescindible: ni mucho menos se puede considerar un mal disco. Impulsado o no por presiones de la compañía de discos o por su afán de ganar adeptos, lo cierto es que la banda intentó acercar su mastodóntico sonido al gusto del gran público, un disco, digamos, de sonido comercial, de canciones más amables, más centrado en las melodías, los estribillos, los pasajes sonoros menos intrincados, con temas más cortos y (casi) directos.



Al grupo le impusieron al productor Kevin Sherley (Iron Maiden, Joe Bonamassa, The Black Crowes) para que equilibrara esa mezcla de composiciones que la banda venía trabajando. Además, estrenaron (y por poco tiempo) nuevo miembro, el teclista Derek Sherinian. Junto con James LaBrie a la voz, John Myung al bajo y el Chapman stick, John Petrucci a las guitarras y Mike Portnoy a las percusiones, se metieron en los Avatar Studios de Nueva York en el verano de 1997.

New Millenium abre con sus más de ocho minutos entregando todo lo que vamos a encontrar a continuación: excelente riff, buen puente-estribillo y una zona central de lo mejor del álbum, muy grandes Sherinian, dando un toque electrónico, y  Petrucci. Editado como single, You not me pasa por ser el peor tema del álbum. Cuenta con la colaboración de Desmond Child en las letras. El tema no tiene garra y vive en una estructura muy clásica, con un riff que se repite insistentemente, pero el grupo está compacto y lo saca adelante, aunque demasiado encorsetado para quienes firman. Peruvian skies versa sobre el abuso infantil y se articula alrededor de una melodía hermosa que arranca en la línea vocal, muy lograda, de LaBrie, contagiada de las guitarras (eléctricas y acústicas). La canción comienza como una balada y se acelera en la parte media (instrumental) para llegar a un final heavy con el mismo motivo melódico, un acierto y uno de los mejores solos del disco.



Siempre me costó encajar a LaBrie en ciertos temas más, digamos, emotivos, como si le faltara interpretación (que no técnica), pero en Hollow years tengo que retractarme, porque se mete en el papel transmitiendo la tristeza de la canción, la pérdida, en otra fenomenal y sencilla melodía, un medio tiempo de libro y bien ejecutado, con un piano metido con inteligencia. No puedes dejar de escuchar la versión alargada del directo Live at Budokan. Tras la calma, Burning my soul trae caña buena de guitarras, simple y directo, con Portnoy haciendo una de sus grandes interpretaciones en un tema redondo y Sherinian tocando un solo bestial. La instrumental que sigue Hell’s kitchen, originalmente formaba la parte central de Burning my soul, pero se sacó en la postproducción para mantener la dinámica de ambos temas. Y lo cierto es que, como instrumental, merece la pena, otro punto fuerte de Falling into infinity. Además, sirve de nexodream_3 hacia la siguiente Lines in the sand, canción que supera los doce minutos. Tras una intro atmosférica muy apoyada en los teclados, las guitarras de Petrucci cogen el mando y empujan el tema con un bestial riff a una primera parte dura y rápida donde las voces de LaBrie se enfrentan y doblan con las de Doug Pinnick (King’s X) en el estribillo. El tema evoluciona alrededor del motivo central hacia una parte más lenta, con un aire Gilmore en las guitarras y un gran Myung, muy melódico, para acabar más heavy.

Take away my pain regresa a lo sencillo, un tema con tintes pop y una letra emotiva sobre la muerte del padre, bien arreglada e interpretada con carácter. Por contra, Just let me breathe, en la que el grupo protesta y ataca a la industria discográfica, se pasea por territorios opuestos, con un groove genial y una progresión marca de la casa. LaBrie se entrega y tanto Portnoy como Myung mantienen la canción muy arriba para el lucimiento de sus compañeros. Y vuelta a una balada de piano con LaBrie haciendo la mejor interpretación de Falling into infinity, ayudado por la mejor letra también, creo yo; en Anna Lee canta a una niña víctima del abuso y la trata sexual. Sentido, melódico, técnico, James se sale y saca el tema adelante. Y el cierre con la mini-suite Trial of tears, otro de los platos fuertes para los fans de la faceta más prog de la banda (la mayoría, vamos). Técnica preciosística, llena de pirotecnia y emoción a la vez, donde Petrucci y Sherinian demuestran qué grandes son. Y lo que podrían haber construido juntos de haber durado el teclista más tiempo en la banda.

Falling into infinity rehuye de las largas progresiones con las que se hicieron famosos (a veces aburridos) y se apoya en una mezcla de virtuosismo (contenido por momentos), sencillez, melodía y arreglos clásicos. No es su mejor álbum, desde luego, pero ni de lejos puedes menospreciarlo. Dale al play y disfruta de Dream Theater.

No hay comentarios:

Publicar un comentario