ZEPPELIN ROCK: RUBÉN POZO Y LICHIS - Mesa para dos (2020): CRÍTICA Review

jueves, 4 de junio de 2020

RUBÉN POZO Y LICHIS - Mesa para dos (2020): CRÍTICA Review


por Alberto Iniesta (@Radiorock70)
del blog Discos




Confirmando lo que venía apuntando el EP lanzado a finales del pasado año, el disco completo lo deja bien claro: nos encontramos ante un trabajo hecho por y para la canción, gracias a dos tipos que se limitan a vivir de estrofa en estrofa. El suyo, y cualquiera que tenga que ver con la cultura, es un oficio arriesgado en un país que prioriza los bares frente a las bibliotecas, máxime cuando hablamos de dos tipos que, después de probar las luces de los grandes focos han acabado eligiendo una mesa para dos. Ellos mismos, haciendo un ejercicio de auto humor tan sano como normalmente escaso, lo comentan en La Canción Maldita: “Otra vez el mismo rock de nuevo, ese que me da tan poco dinero, tan lejos de la radiofórmula y del oyente medio”. La dosis de sarcasmo es maravillosa, aunque probablemente algo no termine de funcionar del todo cuando seguimos sin una emisora ubicada en un término medio entre la nostalgia y unas novedades que, como este disco, huyan del usar y tirar.



La banda la forman, además de Lichis y Rubén, Dani Patillas al bajo, Mariana Pérez a las baquetas y Joe Eceiza a la guitarra eléctrica. También dejan su sello de calidad musical y personal amigos como ese socio de canciones soñado por todo bicho viviente que es César Pop. Por otra parte, hasta que dieron con Mariana, la batería fue dueña de un viejo conocido de Rubén, Simón Cordero, y de Cristian Chiloé, dueño también de las baquetas en la gira de despedida de los esenciales Tequila. La mano del mencionado César Pop se nota en el arranque del LP con esa maravilla que es Rock de Pueblo, un tema que derrocha honestidad por todos sus acordes y que, como bien dicen ellos, nunca morirá. Asco y Vergüenza desprende un aroma a hit que se alía de manera brillante con la calidad que siempre le ha caracterizado a Rubén. No alcanzará diez millones de reproducciones en YouTube ni tendrá un puesto entre las diez más escuchadas en Spotify, pero no importa. Los Kinks tampoco vendieron una miseria en su momento con el Village Green Preservation Society y a ver quién es el guapo que discute ese discarral de la vida, del universo y de lo que haga falta. El Hombre Orquesta “está muy solo, como todos los demás”, y además de reflexiones trascendentales, también tiene tiempo de reivindicar a los Fab Four. El hombre que pudo reinar (tremenda película) no siempre tendrá lo suficiente para pagar sus facturas, pero con semejante cancionaza las deudas con nuestros corazones quedan saldadas. Carta a mis (y a tus) catorce es un brillante ejercicio de reflexión frente a la clásica pregunta que le harías a tu otro yo adolescente. Me quedo con el “estaré contigo cuando estés completamente solo”, una frase que en labios de pocas, muy pocas personas, resulta finalmente cierta. Juguetes Rotos contrasta entre la crudeza de una tal Brenda Banana a la que no perdonaron ser lesbiana y la dosis de humor gracias al primo de un tal M. Rajoy. Abracadabra cierra la primera cara de manera brillante, en clave acústica y con dos tipos que se encuentran en estado de gracia compositivo. Por todos los que brindan solos en una mesa para dos. Espíritu de Nick Drake.

La cara B contiene las canciones que salieron en el EP del pasado año. Mesa Para Dos es una buena síntesis de lo que ellos han denominado rock bicéfalo, con una dosis de humor oportuno en la letra (“podría ser que estemos acabados, seguro que tú lo harías mejor”) acompañando a unas guitarras que saben muy bien lo que tienen en los mástiles. Trompas de Eustaquio es una maravilla con mayúsculas, a la altura de las grandes joyas que ha compuesto Rubén, que viene a ser un poco eso que se canta en el estribillo: música de las estrellas en un suburbio terráqueo. Nudo Sur, donde nunca llegan los turistas y tus hijos de vecino asaltan Hollywood, no se queda atrás, dando forma a una composición que también se permite el lujo de codearse con otras grandes joyas de Lichis. De aquel “gracias por no intentar jamás salvarme la vida” llega “donde la ciudad pierde su nombre y brindan los autónomos”. La apuesta al caballo ganador que supone cerrar semejante discazo con el reggae de Batiscafo Verde es una gozada para los sentidos, aunque por otra parte da rabia que el disco se acabe tan pronto. Bendita llamada de teléfono, Lichis. Gracias eternas por la música, a los dos.


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