por Rockología (@RockologiaTwit)
Ya te digo que es indiferente si no has disfrutado con sus anteriores álbumes clásicos; incluso si el thrash no es tu estilo preferido: Death Angel han facturado (otro) buen disco de heavy metal bruto. Por supuesto: los trucos y los clichés del género se cuelan por todos lados. Y eso es también bueno: riffs diabólicos a cargo de Rob Cavestany y Ted Aguilar, buena actuación de Mark Osegueda, un cantante por el que no pasan los años, y una sección rítmica a la altura, Damien Sisson al bajo y Will Carroll a la batería (¡cómo le da al doble bombo el tipo!).
La mayoría de las canciones siguen donde acabó su anterior Relentless Retribution y se arrima (quizá) a The Ultra-Violence. Cortes como Fallen, Left for dead o The dream calls blood no dan tregua, con buenos cambios de ritmo, headbanging y air guitar de hipervelocidad. En Execution/Don’t save me, Detonate o Territorial instict/bloodlust (qué guitarrista) cambian un poco el registro, pero siempre volviendo al thrash, al estilo Death Angel.
Y lo cierto es que el resultado final gusta, y tras un par de escuchas ya estoy agotado de menear la cabeza. ¡Esto seguro que levanta tu culo del asiento! Thrash’em all!
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