ZEPPELIN ROCK: Crítica de Rashomon (Akira Kurosawa, 1950): Review

martes, 9 de abril de 2019

Crítica de Rashomon (Akira Kurosawa, 1950): Review


por Möbius el Crononauta



Tengo que deciros que desde la llegada del cine hablado en los años 30, era una opinión asentada en mí que habíamos perdido y olvidado lo que era tan maravilloso de las viejas películas mudas. Era consciente de la pérdida estética como una constante irritación. Sentí la necesidad de volver a los orígenes del cine para encontrar esta belleza particular de nuevo; tenía que volver al pasado. Akira Kurosawa.




El 8 de julio de 1853 el Comodoro norteamericano Matthew Perry llegaba a Yokohama al mando de cuatro poderosos buques de guerra con la única intención de forzar el fin del aislamiento japonés. Casi cien años después, sería el mundo el que se abriría, esta vez al cine japonés. La puerta por la que Occidente descubrió el cine oriental se tituló Rashomon, y causó una gran sensación cuando fue proyectada en la edición del Festival de Venecia de 1951. La película ganó el prestigioso León de Oro. Y todo ocurrió no por algún capo japonés de la industria, sino debido a la insistencia de una tal Giulliana Stramigioli, directora de la sucursal de Italianfilm en Japón. Rashomon dejó sin habla a muchos, tanto por su extraordinaria calidad, como por el hecho de ser japonesa. Por entonces se relacionaba a Japón con las copias baratas de los productos occidentales, como pueda relacionarse hoy en día las copias con China. Pocos habrían imaginado que la industria del cine era muy distinta a las otras industrias japonesas. El film se convirtió en la comidilla de críticos, entendidos y directores. Y a través de Rashomon, los trabajos de Ozu, Mizoguchi, Inagaki y otros grandes autores del cine japonés, se dieron a conocer al mundo.




Rashomon nació de un proyecto de Akira Kurosawa para la pequeña compañía Toyoko. Tras huelgas y muchos problemas internos el director había comenzado a trabajar por libre para otros estudios. Finalmente el proyecto acabó en los estudios Daiei, donde se mostraron interesados en trabajar con él, y un joven escritor que quería hacer carrera, Shinobu Hashimoto, también deseaba trabajar con el director. Hashimoto había sido ayudante de Mansaku Itami, uno de los pioneros del cine japonés, que tenía a Kurosawa en gran estima. Fue así como Hashimoto le propuso a Kurosawa realizar un guión juntos. Tras leer algunos escritos del joven guionista el director nipón aceptó. Se entendían muy bien, y Rashomon sería la primera de varias y fructíferas colaboraciones entre los dos.




Tras comenzar a buscar una historia los dos llegaron pronto a coincidir en los relatos cortos del escritor nipón Ryunosuke Akutagawa, una especie de, por decirlo así, Edgar Allan Poe japonés de principios de siglo. Kurosawa ya había pensado en adaptar uno de los relatos de Akutagawa, Rashōmon, que relataba un encuentro en un viejo templo entre un sirviente y una vieja dama. Por su lado, Hashimoto habría preparado un tratamiento de otro relato del escritor titulado En un bosquecillo, que trataba sobre la incerteza de los hechos y las versiones contradictorias de los humanos. Hashimoto y Kurosawa juntaron las dos historias para su guión, aunque la película se basó principalmente en la historia de Hashimoto. El producto final era demasiado largo, con lo que debían pulirlo. Hashimoto cayó enfermó, con lo que Kurosawa decidió irse a pasar unos días a un albergue junto a su amigo Ishiro Honda. Kurosawa terminó el guión y lo llevó a la Daiei, donde se mostraron reticentes. La historia era demasiado extraña, el presupuesto, demasiado alto para un guión tan arriesgado. Pero al final, aunque fuera a regañadientes, el estudio aceptó financiar el film.




Nadie había concebido algo así. Aún. Ni fuera ni en Japón. Muchos amigos de Kurosawa trataron de quitarle la idea de la cabeza. Pero como suele suceder en estos casos, al director le seducían tanto las posibilidades artísticas como el mismo riesgo en sí. Además, para esta película pudo contar con el director de fotografía Kazuo Miyagawa, un habitual de la última etapa del maestro Mizoguchi,y director de fotografía estrella del estudio. Miyagawa fue, si no el mejor, uno de los mejores directores de fotografía de la historia del cine japonés. Juntos, Miyagawa y Kurosawa buscaron algo nuevo y distinto, un reto técnico que hizo de Rashomon algo totalmente inesperado.




Uno de los grandes logros de Rashomon pasa por ser una película llena de innovaciones técnicas, puntos de cámara inusuales que dejaron boquiabiertos a muchos espectadores de la época. Hoy en día todas esas técnicas son muy comunes, y por tanto ya no hay impacto alguno, pero esas nuevas formas que buscaron Miyagawa y Kurosawa fueron una de las razones por las que tanto sorprendió en su día el film, desde el uso muy limitado de planos objetivos a la ocurrencia de apuntar la cámara directamente al sol, obteniendo esos brillos tan característicos, pasando por grabar planos con cámara al hombro, o el uso de plataformas rodantes para la cámara. Quizás todas estas técnicas fueran totalmente nuevas, o quizás no, y hubieran aparecido antes en algún film olvidado, pero de haber sido así fue Rashomon la que las puso definitivamente en primer plano de actualidad para muchos otros cineastas. Y Kurosawa siempre atribuyó gran parte de ese mérito a Miyagawa.




La trama del film también causó sensación en su día, aunque de nuevo, hoy en día impacta mucho menos. Rashomon gira alrededor de dos hombres, un leñador y un monje, que se resguardan de la lluvia en el viejo tiemplo de Rasho. Un tercero llega al lugar. Los dos primeros han sido testigos en el juicio de un crimen, y divagan sobre la condición humana. El tercer visitante se interesa por su conversación, y así, los dos hombres le relatan el crimen a través de los testimonios de los protagonistas del mismo. Cada testimonio es muy distinto al de los otros testigos e imputados, dando así la base para la película. Por supuesto desde entonces muchas películas y series (empezando por el remake del 64 reconvertido en western, Cuatro confesiones, protagonizado por Paul Newman) han recurrido a la idea de presentar varias versiones de un mismo hecho (hasta Hitchcock se vio tentado y dirigió él mismo un episodio para su famosa serie basándose en dicha premisa) y ya no hay elemento sorpresa, pero Rashomon fue la primera.




En cuanto a las interpretaciones, la mayoría son un reflejo del objetivo que buscaba Kurosawa de traer de nuevo a la memoria el cine mudo. Especialmente son una buena prueba de ello las interpretaciones de Toshiro Mifune y Machiko Kyo, la actriz protagonista. Aunque en cierto modo ese modo de actuar formaba parte de las técnicas que hicieron grande a Mifune, en Rashomon el actor lo llevó más lejos que nunca, que es lo que Kurosawa buscaba. El director le pidió que interpretara como si fuera una fiera salvaje, con esa energía animal que Kurosawa había captado cuando puso sus ojos por primera vez en Mifune. De todas maneras, más que nunca antes, el papel era idóneo para Mifune, quien sencillamente ofrece una actuación portentosa. Cualquier joven japonés de hoy en día puede ver en el estilo Mifune una forma de interpretar desfasada y caduca, más aún teniendo en cuenta que Kurosawa buscó interpretaciones muy teatrales, a la usanza del viejo cine mudo. Pero no importa, aun así, Mifune sigue estando genial. Y su carisma en la pantalla nunca ha tenido fecha de caducidad. Por su parte, Machiko Kyo, una actriz lanzada como sex symbol por Daiei (se la conocía como la Jane Russell japonesa), lo dio también todo en la película; Kurosawa hizo de ella una estrella. El resto de papeles, interpretados por habituales del director como Kichijirô Ueda, Masuyaki Mori o el impepinable Takashi Shimura (¿qué decir de él? este tipo nunca fallaba) también están a la altura.




Y es que... ¿se le puede poner algún pero a una película como Rashomon? ¿A esa seductora banda sonora de Fumio Hayasaka, con partes inspiradas en el famoso Bolero de Ravel? No sé, podría decirse que Rashomon es una película perfecta (lo cual no implica necesariamente que vaya a gustar). Quizás sea exagerar, pero desde luego es de lo más cercano a la perfección que rodó Kurosawa. Y eso sí que no es exageración alguna.

Rashomon resultó un producto extraño para Daiei, y les dejó tan confusos que llegaron a promocionar el film con un cartel donde aparecía la actriz Machiko Kyo en bikini (?), pero la película fue bien recibida por la crítica japonesa y recaudó bastante en taquilla. Con todo Daiei tuvo sus reticencias para llevar el film a Europa. Pero Stramigioli puso su grano de arena y después de Venecia la película fue aclamada en todo el mundo. En la Academia norteamericana, que todavía no había creado el apartado para películas extranjeras, hicieron lo habitual en casos de películas foráneas tan relevantes: le otorgaron un premio especial de la Academia. El premio fue recogido por trabajadores de Daiei en Los Ángeles, quienes alabaron profusamente al productor, Masaichi Nagata, olvidando totalmente a Kurosawa. De hecho Nagata, que había recibido el proyecto con escepticismo, y que según Kurosawa nunca había entendido la película, no dudó en atribuirse todo el mérito de la cinta, pavonéandose siempre que podía ante la prensa internacional. De todas formas el tiempo dio y quitó méritos, pero por el momento, Akira Kurosawa se había convertido en una estrella internacional.

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