ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Terciopelo Azul" (David Lynch, 1986) y "Corrupción en Miami" (Michael Mann, 2006)

viernes, 31 de marzo de 2017

Crítica de "Terciopelo Azul" (David Lynch, 1986) y "Corrupción en Miami" (Michael Mann, 2006)


by King Piltrafilla (@KingPiltrafilla)




Antes de esta, lo ultimo que había visto de David Lynch había sido Mulholland Drive (2001), una película que creí entender, aunque lo cierto es que –como supongo que le pasó a todo el mundo con aquella historia- interpreté de la manera más cómoda para mi cerebro un argumento enrevesado ante el que –en palabras del propio director- cualquier interpretación era valida. A saber cual era la versión correcta. Total, que últimamente decidí ver la obra de Lynch que –supongo- todo el mundo conoce y que –oh, cielos- yo aún no había visto nunca.



Os hablo, claro, de Terciopelo Azul y, por si no la habéis visto tampoco, os diré que comienza con el regreso de un joven universitario a su pueblo natal a causa de la hospitalización de su padre. En un paseo por los alrededores, Jeffrey –interpretado por un jovencito Kyle MacLachlan- encuentra en un descampado una oreja humana. Ese es el punto de partida de una investigación que –junto a la hija de un policía- le llevará a meterse en un mundo oscuro y depravado. La escena de Jeffrey desnudo completamente pero con calcetines seguido por Isabella Rossellini, cuchillo en mano cual Norman Bates moderno antes de que se cumpla la primera hora de metraje ya nos anuncia que lo mejor de la cinta está por llegar. Papaíto entra en casa, amiguitos, papaíto entra en casa... Terciopelo Azul, un puto clásico de los 80.

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La película de la que os hablo a continuación supuso para mí una total decepción. Me refiero a Corrupción en Miami, la puesta en escena en pantalla grande de aquella serie televisiva de los 80. Recuerdo los episodios protagonizados por Don Johnson y Philip Michael Thomas con simpatía y nostalgia, pero ¿qué queréis que os diga?, la película la he encontrado tediosa, carente de ritmo y lenta hasta la exasperación. ¿Cómo el tipo que dirigió Heat ha podido hacer este bodrio? Quizás le ha jugado una mala pasada la autocomplacencia. Sí, piltrafillas, Michael Mann -el creador de la serie de TV- es aquí guionista, productor y director responsable de esta criatura tan poco agraciada. ¿Y qué ha hecho?, ha cogido un argumento típico de serie policíaca de narcotraficantes con subtrama -de lo más trillado- de historia de amor entre policía infiltrado y delincuente femenina, lo ha vestido con largas escenas pretendidamente "profundas" -cuando lo que esta cinta necesitaba era acción enérgica- y lo ha vendido como la modernización de un mito. Resultado: un fracaso. Pero es solo mi opinión.

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