ZEPPELIN ROCK: Crítica de Logan (James Mangold, 2017): film review

domingo, 26 de marzo de 2017

Crítica de Logan (James Mangold, 2017): film review



por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC



Presenta ciertas particularidades esta película que la distingue de otras de su estilo, que la hacen especial en cierto sentido. Es el retrato de un superhéroe crepuscular, y más que crepuscular, envejecido, cascado, sumido en un declive físico y mental insalvable.

Nos reencontramos con un Logan borracho, cojo y lleno de cicatrices (físicas y de las otras), que se pasa la película tosiendo (ya sabemos lo que ocurre con los catarros mal curados) en zona de frontera, aspecto nada baladí en la película.


James Mangold apuesta por una narración clasicista, lo que se agradece, que le da peso y enjundia al conjunto, elevándola con claridad por encima de sus dos discretas predecesoras, logrando que el viaje sea tan denso como interesante, que te sientas sudoroso, salpicado de sangre y reseco con el polvo y la arena.




Bien es cierto que en la saga de Lobezno hay cierta excepcionalidad, sus películas no son alegres y dinámicas, con ese punto frívolo que marca el sello Marvel, sino que apuesta por una seriedad y una trascendencia, a menudo impostada, como puede resultar en este último título sobre todo, que la acerca más a las oscuras visiones de DC, al estilo de los Batman de Christopher Nolan.

De hecho, tenemos a un Logan crepuscular, que encontraría cierto paralelismo con el de la última entrega de “El caballero oscuro”, aunque más exagerado y marcado, en la frontera con el abandono y la muerte, en decrepitud física, necesitado de gafas, con una cojera y tos permanentes…




Logan es un personaje maldito que ya ni siquiera busca redención, que de darse será producto del azar. Un hombre destinado a la soledad, angustiado por su pasado, ese que le lleva a huir y esconderse, a renunciar a la vida porque cuando se involucra siempre acaba perdiendo a gente. Donde la pérdida es su rutina, su constante.

Y es ahí donde tiene especial sentido la idea de frontera, de tránsito (tiene mucho de road movie), de un hombre que se ha preparado para abandonar este mundo y que se encuentra con una última aventura inesperada. Una frontera que es física, limitando entre México y Estados Unidos, uno de los lugares de conflicto predilectos en el cine, esencial en géneros como el Cine Negro y el Western. Porque eso es “Logan”, un western posmoderno de superhéroe, de llanuras, desiertos, arena y caballos, de solitarios héroes y villanos sádicos. Algo que queda claro, incluso de no haber incluido el homenaje a “Raíces profundas” (George Stevens, 1953).




Un mundo seco, polvoriento, sangriento, también con cierta sensación de declive, que no aparece en exceso tecnificado a pesar de situarse sobre 2050.

Un lugar y un contexto que Mangold retrata con una película hiperviolenta, lo que imagino habrá alegrado a los fans, una violencia explícita, seca, contundente y sin concesiones, reiterativa y que, en ocasiones, desde la dirección, peca de perezosa (creo que conté unos 76 planos en contrapicado de la niña y Logan sobre un villano hincando sus garras).




Esa concepción de western crepuscular hiperviolento acerca “Logan” a “Mad Max”, a la saga en general, incluso con esos lugares cuasi legendarios y el juego con los niños, que bien podrían haber salido de “El pueblo de los malditos” (Wolf Rilla, 1960) o “Los chicos del maíz” (Fritz Kiersch, 1984).

Es cierto que puede hacerse algo morosa, con algunas digresiones que no funcionan bien, que aunque bien tratadas, sin apresurarse, no siempre fluyen del todo, como ese momento donde nuestro trío se convierte en “El equipo A” y se dedica a proteger a una familia normal (el anhelo de los héroes) de los abusos de sus vecinos…




Tampoco son concluyentes las evoluciones. Si bien es buena la idea, al menos con cierta originalidad, de que el cerebro más brillante del mundo tenga alzhéimer, observamos cambios repentinos y desarrollos poco concluyentes. Logan sufre una evolución dubitativa con una conclusión poco convincente (ese repentino amor), y su relación con la niña no funciona en ningún momento, es un “porque sí” psicológico y dramático fallido.

Es grato ver a Patrick Stewart. Hugh Jackman está muy bien en las carnes de un personaje que conoce al dedillo.




En cualquier caso, y a pesar de los defectos, es una más que interesante entrega del universo Marvel, distinta y con aspectos originales que la benefician notablemente, con un toque de amenaza e imprevisibilidad que da la sensación de que puede pasar cualquier cosa en cualquier momento dentro de ese mundo sin concesiones, cruel y desconsiderado. Un acertado fatalismo. Merece la pena el visionado.

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