ZEPPELIN ROCK: Crítica de "Animales nocturnos" (Tom Ford, 2016): Review

domingo, 15 de enero de 2017

Crítica de "Animales nocturnos" (Tom Ford, 2016): Review


por MrSambo (@Mrsambo92)
del blog CINEMELODIC




Interesante thriller psicológico planteado como un juego de espejos que reflexiona sobre la creación y expresión artística, especialmente la literaria y, por extensión, la adaptación cinematográfica, en una atmósfera tensa y amenazante que mantiene al espectador en una incertidumbre expectante y extraña.

Se nos plantean tres historias, o al menos tres líneas narrativas distintas, dos reales y una de ficción. Las reales siguen los pasos de Susan Morrow (Amy Adams) en el presente y en el pasado, a través de un flashback. La de ficción cuenta la historia de Tony Hasting, alter ego de Edward Sheffield, exmarido de Susan y escritor. Susan lee la novela de Edward, que se nos visualiza.




Así comienza un inquietante juego de tonos contrastados, que van de la asepsia insatisfactoria y lujosa de la vida de Susan, al desgarro descarnado y violento de la historia de ficción.

Susan se mueve por entornos neutros, lujosos, de colores fríos, en su desencantado e infiel matrimonio, en una latente sensación de desasosiego y soledad que amenaza de alguna forma a la mujer, la cual va quedando cada vez más perturbada por la lectura del libro de su ex marido, que va logrando que se plantee determinadas cosas.

La historia de Tony tiene lugar en desamparados desiertos, en la noche y en tonos cálidos, donde la amenaza no es latente, es real y violenta.




Con la tercera línea narrativa vamos entendiendo el vínculo de las dos anteriores, el porqué del libro y de la perturbación de ella, en entornos intermedios, urbanos, pero no tan lujosos, donde se insertan colores más vivos. Es aquí cuando entendemos los interesantes recursos estilísticos que se usan desde el montaje en forma de vínculos visuales, de ecos e imágenes entrelazadas. Realidad, recuerdos e imaginación.

Así, determinados gestos, movimientos de los personajes, objetos, encuadres, nos llevarán de una historia a otra, incluso en montajes paralelos, incidiendo en la relación entre ambas historias, que aparentemente nada tienen que ver.




En la conclusión se desvelará, que la violenta historia que protagoniza Tony Hasting (Jake Gyllenhaal) es la recreación novelada de su vida, de sus sentimientos, de su pasado junto a Susan, así como las conclusiones que extrajo, como una especie de preámbulo a una venganza.

Es rica y cuidada la película de Tom Ford en estos recursos de montaje y puesta en escena, logrando la imprevisibilidad en muchas ocasiones, aunque al final, sobre todo en la parte de thriller, la cosa titubea un poco.




La idea de creación artística cobra especial sentido. Descubrimos la novela como una exploración de la propia vida, del propio yo, y tanto Susan Morrow como Edward Sheffield están vinculados al arte, una es marchante y el otro escritor.

La película gira alrededor del personaje de Susan Morrow, de la que apenas conocemos nada, y que luego vemos transformada en la visión que su ex marido tiene de ella tras determinados sucesos del pasado. Incluso es a través de ella cómo iremos conociendo a Edward y su alter ego Tony. Susan es el personaje más rico y que tiene un arco dramático más complejo.




Tom Ford rueda de una manera muy sobria, tan sólo chirrían esos ocasionales montajes entrecortados, tributarios de la Nouvelle Vague. Las escenas de suspense y acción están mostradas con gran solvencia y la narración se vertebra en conversaciones, rodada en estrictos y rigurosos planos y contraplanos con absoluta seguridad. Crea atmósferas brillantemente, con un cuidado tempo. Un esteticismo que en ocasiones asfixia la propuesta, que tiene aspectos superficiales o poco elaborados.
Es cierto que hay aspectos tratados con excesiva superficialidad y que muchos personajes apenas están esbozados, son meramente circunstanciales, como ese marido que interpreta Armie Hammer o la madre de Susan. Incluso al policía, magníficamente interpretado por Michael Shannon, siempre inquietante, y al psicópata que encarna Aaron Taylor-Johnson les falta algo de peso. Taylor-Johnson ha sido elogiado por su interpretación, que le ha valido el Globo de Oro a mejor actor de reparto, aunque se antoja algo sobrevalorada.




Una buena película, depurada, que plantea interesantes reflexiones sobre el conocimiento del yo, la dificultad para entendernos, para comprendernos nosotros mismos, y la creación artística para lograrlo. Sobre el dolor y el daño que nos hacemos, sobre la crueldad. Sobre el remordimiento y el sentimiento de culpa. Sobre la necesidad de expiar y expulsar nuestros demonios. Un juego metalingüístico que en ocasiones puede parecer vacío, pero finalmente resulta satisfactorio.

Atmósferas a lo Lynch mezcladas con ideas de melodrama clásico, Sirk, quizá, para esta adaptación de la novela de Austin Wright.

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