ZEPPELIN ROCK: Crítica de la película "¡Qué bello es vivir!" (Frank Capra, 1946): Review

jueves, 28 de mayo de 2015

Crítica de la película "¡Qué bello es vivir!" (Frank Capra, 1946): Review


Möbius el Crononauta

George Bailey es un tipo desesperado, al límite de sus fuerzas. Ha sacrificado sus sueños y esperanzas por el bien de su familia y su comunidad. Aunque en el camino ha ganado el formar una familia y el respeto de sus vecinos, un descuido de su tío y la maldad de un rico banquero le han llevado a una situación extrema. Bailey comienza a pensar que toda su vida ha acabado siendo un fracaso, y que tras años de esfuerzo y dedicación lo único que ha conseguido es valer más muerto que vivo. Cuando se dirige a un puente para lanzarse y acabar con su vida, alguien cae al río. El buen Bailey no dudará en rescatar al pobre diablo de las frías aguas del río cercano a Bedford Falls. El extraño hombre parece un ángel caído del cielo. A partir de entonces la vida de Bailey cambiará para siempre.




Tras la Segunda Guerra Mundial un hastiado Frank Capra volvió decidido a retomar su carrera y recuperar sus historias sobre las vicisitudes del hombre de la calle. Como a otros directores de Hollywood la guerra había marcado al italoamericano, y también le había empujado a buscar una independencia artística fuera de los grandes estudios. Para ello Capra fundó junto con los directores George Stevens y William Wyler la productora Liberty Films. El primer (y a la postre único) proyecto de la Liberty era una pequeña historia que el escritor Phillip Van Doren Stern había enviado a amigos y conocidos como un "Christmas" de Navidad. Titulada The Greatest Gift, llamó la atención de un directivo de la RKO, que se hizo con los derechos del relato. Cuando el jefazo de la RKO Charles Koerner ofreció el proyecto a Capra, éste quedó entusiasmado, y se dedicó plenamente a sacar el film adelante.

Los escritores Dalton Trumbo, Dorothy Parker y Clifford Odets habían realizado unas adaptaciones que no convencieron a Capra, quien buscaba conservar el espíritu original del relato. Con su guionista habitual, Robert Riskin, inmerso en su propio proyecto, Capra contrató a los guionistas Albert Hackett y Frances Goodrich para la versión definitiva de la historia. El propio director trabajó con ellos codo a codo para asegurarse de que las partes que más le interesaban quedaran reflejadas como él quería.

El interés de Capra por la historia le llevaron no sólo a ponerse tras la cámara y participar en el guión, sino también a financiar y producir el film. La ciudad de Bedford Falls fue levantada en un rancho propiedad de la RKO, y con más de tres millones de dólares de presupuesto quedó claro que aquél sería un proyecto de gran envergadura.




Desde que Capra se hizo con el proyecto tuvo en mente para el protagonista al hombre del pueblo por excelencia, el inmortal James Stewart. Sin embargo el actor se mostró algo reticente en un principio, ya que tras haber regresado a Hollywood tras formar parte de las Fuerzas Aéreas aún no tenía claro hacia dónde redirigir su carrera. La mediación de Lionel Barrymore finalmente puso a Stewart en el proyecto.

Para el papel del malvado Potter (¡el único Potter que realmente tiene relevancia en mi vida!) se pensó en el oscuro Vincent Price, y aunque adoro a ese hombre hay que reconocer que la elección de Lionel Barrymore para interpretar al banquero no pudo ser más acertada. Antes de su muerte el actor de la familia hollywoodiense por excelencia aún nos daría un puñado de papeles memorables que sumar a los de su extensa carrera, pero quizás sea el del malvado Potter su personaje por excelencia.




Para la abnegada mujer de Bailey se eligió a la actriz Donna Reed, aunque no fue ni mucho menos la primera elección. Tras no poder contar con su actriz preferida Capra ofreció el papel a varias actrices hasta que Reed aceptó y se dispuso a trabajar en el que sería su primer papel protagonista. Huelga decir que la actriz estuvo a la altura de las circunstancias.

En el film también tenemos a secundarios de lujo como Ward Bond (el policía) o el siempre genial Thomas Mitchell como el cómico tío de George Bailey. Henry Travers tiene aquí su papel por excelencia, el del ángel Clarence que busca ganarse las alas ayudando al pobre Bailey. La futura estrella de la MGM, la sexy Gloria Grahame, aparece en el film en uno de sus primeros papeles interpretando a la coqueta Violet. Y mención especial para H.B. Warner y su descarnada interpretación del alcohólico farmacéutico Gower. La primera vez que vi la famosa escena donde Gower entra tambaleándose en el atestado bar de Nick me quedé sin habla.




El film está repleto de momentos memorables, tantos que es difícil quedarse con uno. Capra logró en ¡Qué bello es vivir! alguno de los mejores primeros planos que le he visto a Stewart, como el del momento en que le dicen que la supervivencia de la compañía de empréstitos depende de que acepte el puesto de su padre. Sublime. También me gustaría destacar el largo cortejo del eterno galán patoso Stewart a Donna Reed. Nadie interpretaba como Stewart papeles de esa índole, y todas esas escenas junto a su futura mujer resultan preciosas.

Aunque es imposible no recordar las angustiosas escenas de un desesperado Stewart que ve cómo todo aquello por lo que ha luchado se derrumba, y tras pedir ayuda a su archienemigo ve con horror que su vida no vale nada. Aunque los premios de cine suelen ser algo muy, muy subjetivo y pocas veces tienen lógica, creo que el bueno de Jimmy habría merecido no sólo la nominación sino también la preciada estatuilla, pero ese año Capra se vio superado por su compañero William Wyler y Los mejores años de nuestra vida. El film sobre George Bailey se llevó una mención especial de la Academia por haber desarrollado un nuevo sistema para simular la nieve mediante una especie de espuma carbónica mezclada con agua y jabón lanzada a presión mediante unas máquinas. Hasta entonces la nieve se había simulado mediante copos de avena pintados de blanco, lo que imposibilitaba grabar en directo.




Las grandes películas no requieren de una fecha especial para ser vistas, cualquier momento es bueno para ver las andanzas de Clarence y George Bailey. Esos días en que uno pierde la fe en la raza humana es el momento ideal para perderse en el mundo idílico de ¡Qué bello es vivir! y olvidar la cruda realidad. Con todo, resulta una bonita tradición ver el film en fechas navideñas.

Aunque ha sucedido en muchos otros casos, la popularidad de la que goza hoy el film de Capra no guarda relación con la que tuvo en su día. Aunque no fue un fracaso total, el éxito no fue el esperado y ni siquiera se pudieron recuperar en taquilla los elevados costes de producción, con lo que la Liberty Films se fue al carajo. Si a la tibia acogida del film sumamos el comienzo de la paranoia anticomunista y la nefasta Caza de Brujas se entenderá el declive posterior a ¡Qué bello es vivir! de la carrera de Capra. Acusado, como muchos otros, de pertenecer al Partido Comunista, la mediación de su amigo John Ford fue lo que le salvó del ostracismo total, aunque el director se vio relegado durante unos cuantos años a la televisión.




Aunque lamentablemente aquí no ha llegado a calar esa tradición, en los Estados Unidos ¡Qué bello es vivir! es un clásico navideño por excelencia, y su pase por televisión es tan habitual como ver a un tipo gordo vestido de rojo diciendo "ho ho ho". Y curiosamente todo se remonta a un fatal error u olvido de alguien de la Paramount, o al menos eso cuenta la historia. En 1974 los derechos del film no fueron renovados, con lo que pasó a formar parte del dominio público. Los canales televisivos aprovecharon para incluirla en sus emisiones, convirtiéndose así en el clásico navideño que es hoy en día.

En resumen, sea Navidad o sea una tórrida tarde de agosto, no dejen de ver este maravilloso clásico de uno de los mejores directores de su época. Como despedida, una última anécdota, que hoy es Navidad.



Hay una escena donde tío Billy (Thomas Mitchell) sale borracho de la casa de los Bailey tras una merecida celebración. Visiblemente desorientado, le pide ayuda a su sobrino (James Stewart) para que le indique el camino. Una vez aclarado el asunto, tío Billy desaparece de la pantalla. No tardan en oírse unos sonoros ruidos, como si hubiera chocado con un contenedor de basura o algo así. En ese momento un técnico había dejado caer algo metálico al suelo. Mitchell estuvo atento al quite e improvisó unas frases fuera de escena mientras Stewart le seguía la corriente. A Capra le encantó el resultado y el error quedó plasmado en la pantalla. Como recompensa el técnico se llevó un plus de diez dólares. Ah, ¡Qué bello es vivir!

©Möbuis el Crononauta

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