Intercambio
PRIMERO se rozan sin querer y ese detonante alerta a todos los miembros: se tocan, se besan, se unen, intercambian casi todo, ruedan por la alfombra, se sueñan, se marchan de sus cuerpos. Hay un aleteo de luz imperceptible, algunos pájaros fabrican sus nidos bajo sus axilas, un entramado de hilos se aposenta lánguidamente sobre la epidermis de los amantes. Entonces cierran los ojos y ya todo sucede en otro tiempo, donde las fieras expelen sus rugidos desde la maleza, donde un acorde bellísimo insufla paz y guerra, donde los muertos nos acarician y nos susurran canciones de cuna. Terminado el acto, se desenredan, y él es ella; y ella, él. Pero de esto nadie se da cuenta. Ni siquiera ellos mismos. Se despiden y siguen con su vida normal. Por ejemplo, hoy toca acercarse al mercado a por patatas, insinúa ella (que, en realidad, es él).
©Ángel Carrasco Sotos
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