IMPOSIBLE INDIFERENCIA
por Addison de Witt (@Addisondewitt70)
del blog Rock and More By Addison de Witt
Jack White debió pensar que este chico, joven, 29 años, tenía "algo" cuando decidió, sin pensarlo ni un minuto, incluirlo en la nómina de nombres que, bendecidos por el benerable maestro, graban en su sello Third Man Records, y bajo su protección, y al amparo de su nombre se pasean por el mundo musical demostrando la mas que probada habilidad y talento del Sr. White para encontrar artistas que saben bucear con talento en aquellas aguas menos contaminadas del pasado.
Y de pasado sabe este muchacho que, originario de la ciudad de San Luis, Andrew Heissler, que así se llama realmente este joven y talentoso artista, desde la adolescencia siente la llamada del pasado, el apego a las amarillentas fotos de años pretéritos, primeros planos de mujeres enfundadas en faldas de saco o de caballeros con anchos pantalones bombachos y tirantes, prestos al refrigerio que después de una mañana de golf bajo el sol de Nueva Orleans pide el cuerpo con insistente reclamo en el árido paladar.
Atraído por ritmos, que en unos tiempos tan pretéritos, los bailaban los ancestros de nuestros padres, a duras penas quedaron grabaciones que atestigüen la verdadera destreza de unos músicos, los de aquellas coloristas orquestas, que alegres y nómadas dejaban tras de si un rastro de brillantina y el tóxico goteo del prohibido alcohol de alambique oxidado y clandestino que se echaban al gaznate aquellos hombres y mujeres de vida alegre, ignorantes de la guerra que se avecinaba y que cambiaría su vida para siempre...y el devenir del mundo también.
Porque es que hablamos de los años 20, de antes de la guerra en Europa, de cuando Elvis no era ni un proyecto, de cuando los megáfonos sonaban en los salones forrados de terciopelo de vivos colores, y que eran habitados por las alegres meretrices de la época, únicas que se los podían permitir, dando ritmo y latido a las lascivas y etílicas miradas de sus enamorados y paganos amigos, quienes al ritmo de aquellos ritmos hoy resucitados por Lafarge, bailaban toda la noche, huyendo del desolador y frustrante sentido de culpabilidad que afligía a sus esposas cada vez que se despojaban de su atenazante exceso de virtud y daban un respiro a las aspiraciones fisiológicas del marido que con la luz apagada intentaba imaginar el cuerpo de su mujer.
En la música de Pokey Lafarge se recoge de este sendero del tiempo toda suerte de música, ritmos y sones de vetusto color sepia: swing, bluegrass, folk de la época, jazz Dixieland, country de callada ferocidad, incluso charlestón... sonidos provinientes de los funerales de Nueva Orleans, aquellos que entristecen el acercamiento del muerto al cementerio con vientos quejumbrosos, plañideros y oscuros, y que tras consumarse el entierro y quedar el cuerpo como pasto para gusanos, lombrices y demás bichos de buen paladar, se regresa la comitiva borracha y bailona, siguiendo a la banda, que al ritmo del endiablado influjo del jazz mas bailable y desenfrenado, sudando alcohol los metales y exhalando azufre las maderas, bajo la manipulación mágica e infernal del rey de las tinieblas.
Imposible por tanto quedar indiferente ante esta amalgama de estilos que son destilados en alambiques de nueva cuña, con visión contemporánea pero vestida de uniforme confederado, y encuadrado en la más vintage imagen y respiración que imaginarse puede.
En cambio las melodías son ricas en matices, de buena construcción, los ritmos refulgen en las venas gracias a su autenticidad, a su franca disposición de resurrección sónica de muchos de los ritmos que ya creíamos perdidos pero que este joven recupera para la causa y que demuestra que siguen vivos si se interpretan con viva intensidad y esperanzada actitud lírica.
Y sirve este último disco que lleva poco más de tres meses en el mercado para comprobar que la indiferencia no va a comandar la aventura que os aseguro es adentrarse en un disco de Pokey Lafarge, sorpresa, extrañeza y finalmente interés son los sentimientos que abordan al oyente en un principio...después puede gustar o no, pero nadie creo que pueda quedar indiferente ante la propuesta de este disco, fantástico disco en mi opinión, refrescante, evocador e inspirador... supone una bocanada de aire fresco en las últimamente demasiado almidonadas producciones musicales, que suenan como deben, con producciones a la carta, y con sonidos de pret a porter.
No voy a comentar ningún tema de los 12 que alimentan esta vuelta al pasado que es la música de este interesante, talentoso, osado y creerme, grandioso artista que es Pokey Lafarge, intuyo mucho mas interesante que cada cual entre, virgen y desnudo en el viciado aire de los olvidados clubes de jazz de Baton Rouge, que deje que la brisa acariciadora del swing interpretado por la orquesta del último vapor que surca las aguas del Mississipi, despeine la cabellera dejando que la moda local de la época esculpa en las cabezas los peinados mas acordes para bailar jazz, o llorar melancólicas historias de bluses del Delta...
Atreveos...no quedaréis indiferentes ante este disco, diferente, sorprendente y endiabladamente bueno, luego, es lo que toca, viajar hacia atrás en el tiempo en busca de los primeros discos de Pokey Lafarge.
Muy buen disco, estará en la lista de los mejores del año.
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