
Dice Fernando Savater en el prólogo al Breviario de podredumbre (Précis de décomposition es el título original) de E. M. Cioran que "se repiten sus aforismos, para dar peso sentencioso a artículos periodísticos con pretensiones de sublimidad (peligro máximo de Cioran: lo fácil y brillantemente que se le puede citar)" y uno no tiene por más que estar de acuerdo. Pero, pese eso, parece Cioran en ocasiones paladear esas frases, esos textos tan citables, en que sentencia como hábil matarife (porque Cioran siempre anda con un cuchillo entre los dientes, que son espadas sus labios). No obstante, la densidad de su prosa -la profundidad, si queréis- desdeña lo facilón, el pensamiento sencillo o, mejor, como comúnmente es expresado por la plebe; la textura de su expresión no liga con lo que el lector de citas espera encontrar: esa revelación constante de lo evidente. Perderse en su lectura es como hacerlo en un bosque de incógnitas, de conceptos arborescentes, de intrincados pensamientos entre los que, eso sí, asalta la frase lapidaria o directa o reveladora de cierta realidad. No otra cosa haremos en esta serie que comenzamos con este artículo: espigar lo subrayable para mostrároslo en forma de citas, todas (de momento) extraídas de esa obra citada. Vestíos de nihilismo, de existencialismo, para seguirle; desnudaos, quiero decir.