ZEPPELIN ROCK: M CLAN - Para no volver (2010): CRÍTICA Reseña

jueves, 24 de septiembre de 2020

M CLAN - Para no volver (2010): CRÍTICA Reseña

 


por Alberto Iniesta (@Radiorock70)
del blog Discos




M Clan, como tantas otras bandas, nunca inventaron nada. Sucede, no obstante, que la innovación musicalmente hablando no siempre se traduce en discos y bandas legendarias. Por otra parte, revisitar paisajes sonoros, ya sea por la carretera 61, en la playa o en el lago Charles es, en no pocas ocasiones, motivo de felicidad musical de muchos quilates. De la buena. De la de sonrisa en la cara y llamas en el alma. 



De todo eso trata un poco este Para no volver, discazo de los M Clan, que acaba de cumplir diez años entre las flores libres y salvajes, entre los barcos en el mar, para acabar perteneciendo a todos los que lo hemos hecho nuestro. El LP arranca sin piedad a golpe de riff, con esa Calle Sin Luz donde la mirada se posa sobre sueños de juventud que despiertan satisfechos, porque el presente toma el mando para ejercer de libertad guiando a un pueblo que aúlla hambriento de rock and roll. La voz de Tarque suena poderosa como en las grandes ocasiones, porque al César lo que es del César: muy pocos le pueden toser a Carlos Tarque en el panorama nacional, porque además se trata de un tipo que no necesita lucirse para que quede bien claro cuál es su nivel. Para No Ver El Final, Basta de Blues, Me Voy A Dejar Llevar y Carrusel forman parte de un selecto cuarteto que surfea unas olas que nunca estuvieron más cerca de un tsunami de puro soul en un disco de M Clan. Todo ello, evidentemente, pulido como un diamante en bruto por la exquisita producción de Carlos Raya

Hasta Que Se Acostumbre A La Oscuridad merece un capítulo aparte por lo grandioso de su propuesta: su transformación a medida que avanzan los minutos es espectacular, hasta que explota en un universo de acordes furiosos que te vuelan la cabeza, con unas guitarras de esas que dignifican el rock and roll. Dedicada, por cierto, al técnico Cristóbal Martínez, habitual de la banda y fallecido poco antes de la salida del LP. 

Ahora abre la cara B con un fuerte aroma a melodías de cuervos negros, y solamente puedo decir que soy incapaz de escucharla sin destrozarla cantando los coros. Consciente como soy de que las cárceles están llenas de gente cuyos delitos no se pueden comparar con semejante pecado mayúsculo, suplico que esta información no llegue a oídos de la banda. Se Hizo de Noche cuando te Conocí es otro pilar monumental del disco, con un aumento de revoluciones cuya responsabilidad recae en gran medida sobre la batería de Coki Giménez, cuyos golpes podrían haber sido registrados por la escala de Richter sin mayor dificultad. Las guitarras de Carlos Raya, una vez más, suenan espectaculares. 

La pausa del último corte del disco supone echar un vistazo al futuro repleto de optimismo, donde cada rasgueo de guitarra brilla con luz propia sin necesidad de afilar las seis cuerdas ni recurrir a líneas asesinas de bajo. Con la tranquilidad del que sabe que no necesita demostrar absolutamente nada, el LP concluye con una sobriedad y un savoir-faire que solo pueden entenderse cuando hablamos del séptimo trabajo en estudio de una banda donde, es cierto, hay discos y canciones discutibles (a ver quién no los tiene), pero algo que no se puede aplicar en ningún caso a la calidad de sus miembros. 

En definitiva, un discazo de la vida que ni siquiera hace falta rescatar del olvido, porque siempre está bien presente en nuestras vidas. Mientras esperamos una reedición en vinilo que permita comprarlo por menos de doscientos euros, seguiremos eligiendo morir primero, para no ver el final. 

Para No Ver El Final

Calle sin luz

Se Hizo de Noche Cuando te Conocí

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