ZEPPELIN ROCK: Blackthorne - Afterlife (1993): Crítica review

lunes, 14 de enero de 2019

Blackthorne - Afterlife (1993): Crítica review



por TheOutlaw76 (@TheOutlaw76)
del blog THE OUTLAW





El hecho de trabajar codo con codo con Ritchie Blackmore o Michael Schenker, cuyos egos son tan grandes como su talento, no debe ser nada fácil. La excesiva afición de Bonnet por el alcohol tampoco debía ayudar mucho. Así que el paso de Graham Bonnet por Rainbow y MSG fue tan efímero como intenso e influyente. Lo que es innegable es que tanto Down To Earth de Rainbow como Assault Attack de MSG son dos obras capitales para cualquier aficionado al género.




Tras Alcatrazz (su proyecto más duradero) Bonnet ha ido militando en proyectos intermitentes y de escaso éxito. Blackthorne fue uno de ellos. Una superbanda formada por Bob Kulick a las guitarras (Kiss, Balance), Frankie Banali a la batería (Quiet Riot, W.A.S.P.), Chuck Wright al bajo (Quiet Riot, House Of Lords) y Jimmy Waldo a los teclados (Alcatrazz).

Aunque, no nos engañemos, el reclamo de Blackthorne era evidentemente la figura de Graham Bonnet, cuya fama convencía a los más indecisos.

Editado en 1993, en plena vorágine grunge con unos sobreexpuestos Nirvana como buque insignia, el disco pasó muy desapercibido. Ya se sabe que en esos primeros años de los 90s el heavy metal y el hard rock estaban poco más que denostados.

El disco en conjunto suena a hard rock melódico y a heavy metal clásico. Poderosos riffs que podrían haber aparecido en cualquier disco de Dio (Hard Feelings), solos al más puro estilo flashy llenos de armónicos que profieren cierta modernidad a los temas, letras llenas de tópicos metaleros, una poderosa base rítmica con algunos pasajes funkies (Love From The Ashes) y la voz, un tanto pasada de vueltas de Bonnet, inundándolo todo. Vaya, todo aquello que en ese momento se suponía que debería estar bien muerto y enterrado. Malos tiempos para el rock clásico pero Blackthorne reclamaban su espacio con un Bonett desgañitándose al grito de "You can't stop us, you can't take us. You'll never break us down" en We Won't Be Forgotten, todo un himno de la vieja escuela con un estribillo para corear con el puño bien alto.




Kulick hace más de una demostración de virtuosismo con solos muy elaborados, que encajan a la perfección en canciones como Sex Crime o Love From The Ashes.

Breaking The Chains recuerda horrores al Hot For The Teacher de Van Halen, tanto en el riff como en la ejecución de los solos de guitarra y bajo. En Over And Over su hermano Bruce le echa una mano a las guitarras y Steve Plunkett (cantante de Autograph) colabora a los coros.

Incluso hay cabida para sonidos AOR con Baby You're The Blood donde los teclados y los estribillos azucarados toman todo el protagonismo. Uno de los pocos temas en los que Bonnet se relaja un poco sonando mucho más cercano a su época Rainbow. Un tema que, de bien seguro, en otras épocas hubiese copado la MTV día y noche.




La revisión que hacen del Since You've Been Gone, que popularizado Rainbow, es totalmente innecesaria y sólo consigue que añoremos la versión original.

El disco fue producido por el propio Bob Kulick y está dedicado al (en aquella época) recientemente fallecido Eric Carr, batería de Kiss.

Parece ser que Bonnet siempre ha renegado un tanto de este proyecto declarando que Kulick le obligaba a cantar rascando la voz, al estilo AC/DC. Bonnet estaba en plena forma, demostrando un poderío vocal al alcance de muy pocos, pero si es cierto puede resultar un tanto cargante a lo largo del disco.

Solo los más die hard fans de Bonnet o Kulick deben tener este Afterlife en su haber. De hecho yo mismo no recuerdo cómo llegó el disco a mi colección, pero me lo compré al poco de salir, hacia 1994, sin duda seducido por los anteriores trabajos de Bonnet.

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