ZEPPELIN ROCK: Crítica de "El bueno, el feo y el malo" (Sergio Leone, 1968): Review

lunes, 15 de enero de 2018

Crítica de "El bueno, el feo y el malo" (Sergio Leone, 1968): Review


por Möbius el Crononauta


Permitidme que entre en vuestros hogares para hablar de un clásico. Se trata de El bueno, el feo y el malo, la peli de Sergio Leone, para más señas. Veamos. Las negociaciones con los productores norteamericanos tras el éxito de La muerte tenía un precio no fueron demasiado complicadas. En un encuentro final en Roma se reunieron Luciano Vincenzoni, Alberto Grimaldi y el propio Sergio Leone con los enviados de la United Artists. Éstos ofrecieron una enorme cantidad de dinero, tres veces más de lo que el productor italiano Grimaldi hubiera podido esperar, por lo que se firmó inmediatamente aquel contrato. Según Vincenzoni, no tenían nada pensado ni esperaban tener que mostrar a aquellos productores nada. Pero los emisarios de la United querían saber cual sería su siguiente película. Por lo tanto, en aquél mismo momento, Vincenzoni comenzó a improvisar una historia. La trama tendría lugar en plena Guerra de Secesión norteamericana. Entonces le preguntaron cuánto costaría la película. Entre Vincenzoni y Leone acordaron un millón de dólares. Aquél sería el presupuesto para una película cuya historia todavía no existía.



Interesado en desmitificar la diferencia entre el bien y el mal y los tópicos unidos al western, Leone quería rodar una historia sobre tres timadores, tres pistoleros que no son lo que parecen, y que según las circunstancias pueden ser generosos o ser crueles. El director quería una mezcla entre la tradición picaresca y el dramatismo de una sangrienta guerra civil. Aquél sería el punto de partida para elaborar el nuevo guión. La historia sería titulada Los dos magníficos harapientos, título que fue cambiado antes de comenzar el rodaje.




Sergio Leone, apasionado de la historia y de las armas, conocía las atrocidades que se produjeron en los campos de concentración confederados como Andersonville. Quería utilizar un campo de prisioneros para su película, pero para ello Leone se basó en los campos de concentración nazis. De ahí surgió la idea de la orquesta de prisioneros que toca en el campo para acallar los ruidos de la tortura de prisioneros.

La película contraponía la futilidad y crueldad de las guerras ("nunca vi que se malgastaran tantas vidas tan inútilmente", dice más o menos uno de los personajes) con la picaresca y la baja moral de los protagonistas del film. Los pistoleros, capaces de asesinar, engañar y robar, son, aun así, más humanos y dignos que las guerras y aquellos que las provocan. En la tradición de Hollywood la Guerra de Secesión, cuando se había adaptado para la gran pantalla, había tenido siempre que ver con valores morales y la construcción de una nueva nación. Heroísmo y sacrificio. Sin embargo, Leone estaba dispuesto a hacer un retrato nada heroico, donde la guerra de fondo que transcurre en la película se reduce a los muertos y el polvo. Orson Welles le comentó a Sergio que hacer una película sobre la guerra civil era "una locura". Salvo Lo que el viento se llevó, ninguna película que tratara el tema había triunfado en la taquilla norteamericana.




La historia sirvió de nuevo como referencia para otra de las grandes escenas del film, donde unionistas y confederados se disputan el control de un viejo puente. El planteamiento de la batalla fue el de la guerra de trincheras de la Primera Guerra Mundial. Un frente estático donde un alcohólico capitán asqueado de la guerra sueña con volar el puente y acabar con el inútil gasto de vidas.

El ejército español colaboró activamente en el rodaje de la película, y los centenares de extras necesarios para los diferentes ejércitos que aparecían en el film fueron en su mayoría soldados españoles. También estaban encargados de participar en la voladura del puente. Sin embargo, a la hora de rodar la voladura del puente, hubo un problema. Como un pequeño honor por su colaboración, un capitán del ejército sería el encargado de apretar el botón que accionaría el mecanismo de detonación. Sin embargo, el capitán confundió la palabra de orden con otra que dio un miembro del equipo de efectos especiales, con lo que el puente fue volado mientras las cámaras aún no estaban rodando. Leone entró en cólera pero al final parece que el capitán ofreció la ayuda de sus soldados para reconstruir el puente y la sangre no llegó al río.




En cuanto al reparto, el papel de "el bueno" estaba reservado para Clint Eastwood. Sin embargo, esta vez, Eastwood no estaba tan deseoso de aceptar. Su obra italiana aún no se había estrenado en los Estados Unidos, y por aquel entonces se había convertido en el protagonista de la serie Rawhide. Eastwood temía que el que se le llegara a asociar con las películas de serie B italianas podría dañar el futuro de su carrera. Por otra parte, también expresó sus dudas respecto a su papel, ya que parecía que el verdadero protagonista fuera Tuco, "el feo". El propio Leone tuvo que viajar a Estados Unidos y convencer a Eastwood de que aceptara el papel. Pero ambos acabaron discutiendo en lo que la mujer de Leone calificó como "un choque de egos masculinos". Finalmente Eastwood aceptó firmar, pero se aseguró de embolsarse una elevada suma por su participación en el film.

Para el papel de "el malo", Leone había dudado en trabajar de nuevo con Lee Van Cleef. Trató de fichar a Charles Bronson de nuevo, y esta vez éste había aceptado, pero incompatibilidades contractuales imposibilitaron que estuviera disponible. Así pues, Leone confió el papel de Sentencia al bueno de Lee Van Cleef.




Por último, para interpretar a Tuco Benedicto Pacífico Juan María Ramirez, se había pensado en un principio en Gian Maria Volonté, pero Leone deseaba a un actor con más vis cómica. El elegido fue Eli Wallach, prestigioso actor proveniente del Actor's Studio y que ya había sido un bandido en Los siete magníficos. De todas formas, Leone le eligió por su papel en Los ferrocarriles, episodio encuadrado en La conquista del Oeste, y donde Wallach dejó impresionado a Leone por su capacidad para la mímica. Wallach, que por entonces se sentía encasillado como el eterno bandido latino, al mismo tiempo encontraba difícil amoldar su estilo teatral al tecnicismo de Hollywood. Eli quería volver al cine, pero nuevamente llegaba un director, esta vez italiano, con un papel de italiano. Leone le rogó que antes de aceptar viera alguna de sus películas. Aquello fue todo lo que le bastó a Eli Wallach para aceptar trabajar en El bueno, el feo y el malo.




Wallach y Leone congeniaron en seguida, y durante su estancia en Roma el guión sufrió cambios importantes. Director y actor se lo pasaban en grande jugando y contrastando ideas para el personaje de Tuco. El bandido sería un ateo pero al mismo tiempo supersticioso que no para de santiguarse, y que en vez de llevar un cinto lleva tirantes y cinturón y lleva la pistola colgando de una cuerda.

Tal y como había temido Eastwood, Tuco se convirtió en el personaje central de la película. Las mejores frases y escenas tenían que ver con el pícaro bandido. El enorme talento de Wallach logró desplazar del centro de atención al eterno "hombre sin nombre" de Eastwood. De modo que las tensiones entre éste y Leone continuaron durante el rodaje, aunque Clint no sólo no mostró ninguna antipatía hacia Wallach, sino que le ayudó aconsejándole y dándole ideas para su personaje. De todas formas, el largo rodaje de El bueno, el feo y el malo significó el canto del cisne para la colaboración entre Eastwood y Leone. El propio Leone llegó a afirmar que no pensaba rodar un western nunca más, pero por fortuna aún tendría un último as en la manga.




Morricone se encargó de nuevo de la banda sonora del film. Esta vez preparó un tema específico para cada personaje, y, al tener parte de la música compuesta y grabada antes de finalizar el rodaje, Leone usó la música en el plató para ayudar a los actores a ambientarse y meterse en sus personajes. Desde entonces Leone usó siempre ésta técnica en sus posteriores rodajes.

Tal vez fue el tema de este film el que más llegó a asociarse a Morricone, aunque el film estaba lleno de grandes momentos orquestales. La particular fusión entre música e imagen alcanza su apogeo en la escena del cementerio mientras Tuco corre de un lado a otro buscando la tumba que esconde el tesoro que los tres personajes andan buscando.

El film fue estrenado en Italia a finales de 1966 y constituyó un nuevo éxito, aunque recaudó menos que La muerte tenía un precio. Mientras, solucionados los problemas con Kurosawa, Grimaldi, que finalmente se había hecho con los derechos de las tres películas, las vendió a la United Artists. De este modo las películas fueron comercializadas en los Estados Unidos como una trilogía, y para efectos publicitarios fue cuando se acuñó la frase que daría inmortalidad al personaje de Eastwood: "el Hombre sin nombre". La crítica vapuleó a las películas, pero el público respondió de una forma entusiasta. A partir de entonces el western norteamericano no volvió a ser igual.

Sobre si Sergio Leone inventó el spaghetti western, es un debate que quizás no tenga demasiada importancia. El propio Sergio odiaba el término y consideraba que relegaba su obra a una segunda división. Las películas italianas y españolas sobre el viejo Oeste ya estaban ahí, pero no cabe duda que Leone llevó al género a otra dimensión. Y quizás una de sus mayores contribuciones, aparte de las películas en sí mismas, es que recordó a los norteamericanos la grandeza de un género que ellos mismos habían relegado al olvido.




Los mitos propios del western (toda una serie de valores e ideas donde el bien lucha contar el mal y el hombre se abre paso en la naturaleza forjando su propio destino) que durante décadas habían fascinado al público parecían perdidos para siempre en favor de un cine más realista. Leone rescató todo ese imaginario y le infundió su propia visión, más prosaica y típica del carácter latino. En cierto modo, hizo al western más cercano. Dejando de lado la calidad cinematográfica, era más fácil creerse a un sucio Clint Eastwood que fumaba un cigarro que a un impecable Errol Flynn o a un incólume John Wayne. Con su trilogía del dólar Leone no sólo revivió el género, si no que creó una nueva forma de hacer westerns que ha marcado toda película del género que se haya en Hollywood desde entonces. A nivel estético, todo los westerns de las últimas décadas son deudoras del cine de Leone. La sombra del italiano planea sobre parte de la filmografía de Eastwood como director. Y, lo más importante, Sergio Leone era un director de gran talento que creó una serie de películas diferentes y que eran muy entretenidas. Violencia, humor, engaño, camaradería... la vida en sí misma podía estar encerrada en un western. Hubo una época en que un sábado por la tarde uno podía citarse con aquellos pistoleros rápidos y despiados. Simples películas de indios y vaqueros. Hoy en día los telefilms lacrimógenos o los éxitos sin criterio alguno abundan en la sobremesa. ¿Queda sitio para la imaginación? Hace cuatro décadas un niño mayor jugó a plasmar en la pantalla lo que siempre le había gustado y lo que siempre había querido ver. Yo a veces juego a dejarme llevar por él y ver lo que siempre me ha gustado. Y si algún día encuentro lo que busco, en Halloween saldré con mi poncho a la calle y mi puro en la boca, y le diré a algún amigo: "prepara tres ataúdes".

Para saber más remito a Frayling, Christopher, Sergio Leone: Algo que ver con la muerte, T&B Editores, 2002.

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