ZEPPELIN ROCK: Poesía erótica española - En esta ciudad había (de Sebastián de Horozco)

domingo, 24 de noviembre de 2013

Poesía erótica española - En esta ciudad había (de Sebastián de Horozco)


Queridos amigos y amantes de la poesía erótica escrita en español, hoy os traemos por estas líneas una nueva poesía de Sebastián de Horozco, un poeta que ya os presentamos hace unos meses a colación de otro poemita suyo donde daba consejos a las damas para quedar preñadas. En fin, en este caso se trata de un texto más extenso, pero igualmente de agradable, suculenta y gozosa lectura. Texto del que hemos actualizado las grafías para que mejor pueda entenderse. Elige nuestro excelso poeta también la estrofa llamada redondilla, como en la ocasión de marras, y lo hace para contarnos una historieta chocarrera y chusca que roza los inverosímil. Chascarrillo rimado que, si bien se mira, recuerda sobremanera esa otra "fábula del cangrejo" de Diego Hurtado de Mendoza con la que ya pasasteis, recordad, un rato gratísimo. Leed lo que, en esta ocasión, se le entra por el proxenal (dice el autor, y yo me parto) a esta remilgada damisela.


En una ciudad había

En esta ciudad había
un bigardo maxmordón
que una demanda traía,
y a una dama servía,
a quien tenía afición.

Mil cosas le presentaba
por poder haber su amor,
mas ella le despreciaba
y aunque las cosas tomaba
burlaba del servidor.

Esta dama se fue un día
a holgar a un cigarral,
y a la sazón que dormía
un lagarto que allí avía
se le entró en el proxenal.

Mas ella, cuando sintió
dentro en lo suyo el lagarto,
del bigardo se acordó
y luego le pronunció
por partero de aquel parto.

Procuró de le enviar
a llamar secretamente;
y él aguija a más andar,
y allá la fue a hallar
sola, cerca de una fuente.

La dama le recibió
con señales de amistad,
y el bigardo se holgó
por verse en lugar a do
cumpliese su voluntad.

Ella dixo: “Padre honrado,
siempre os he tenido amor,
pero nunca lo he mostrado
ni decíroslo he osado
por mi vergüenza y honor.

Mas ahora que me veo
donde ndie nos verá,
yo quiero sin más rodeo
cumplir ya vuestro deseo,
y el mío se cumplirá”.

El bigardo no teniendo
que desatar agujetas,
perezoso nada siendo,
mi fe, diciendo y haciendo,
le arremanga las faldetas.

Y en metiendo que metió
el hurón en la huronera,
el lagarto le trabó
y los dientes traspilló,
y él tiró y sacolo fuera.

Ella, como se sintió
libre de lo que tenía,
con la maldición le echó
de muerte le amenazó
si a persona lo decía.

Así que al enamorado
caro le costó el placer,
viéndose tener colgado
el lagarto traspillado
sin saber qué se hacer.

Mas cayendo o levantando
envolviéndole en las bragas,
se vino luego aguijando,
no se atreviendo ni osando
decir a nadie sus plagas.

Y de un horno compró
un grande pan muy caliente
y por medio le partió,
y el lagarto en él metió
haciéndole abrir el diente.

Así que de esta manera
él quedó tan lastimado
que por poco se muriera,
y la dama chocarrera
quedó libre del preñado.

Mas esto, a mi parecer,
más es cosa de solacio
de los que quieren tener
a veces en qué entender
los ratos que están despacio.


ÁCS

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