ZEPPELIN ROCK: Baltasar Gracián: Oráculo manual y arte de prudencia (I)

sábado, 18 de febrero de 2012

Baltasar Gracián: Oráculo manual y arte de prudencia (I)



Es el libro que tengo ahora entre manos, el Oráculo manual y arte de prudencia de Baltasar Gracián, una obra publicada en 1647. Lo leo en la cuidada edición de Cátedra, de la mano de mi antiguo compañero de universidad Emilio Blanco (él fue quien me ayudó, leyéndolo y haciéndome algunas anotaciones, con el primer artículo que publiqué sobre Julio Cortázar, del que ya hablaré otro día). La edición es una maravilla, el trabajo de un auténtico artesano, que lleva detrás una labor de erudición y búsquedas incalculable.

Curioso lo que me ha pasado con este libro, con el libro físico que adquirí. Busqué el título a través de Internet, sirviéndome de esa página imprescindible para encontrar libros viejos y descatalogados llamada Uniliber (hay quien prefiere utilizar Iberlibro). Resulta que el ejemplar que me enviaron (de segunda mano) perteneció a un tal Valeriano Zorío Blanco, según puede leerse en la firma que aparece en las primeras páginas de la edición. Cuando esto sucede, cuando a uno le envían un libro firmado, un libro que perteneció a otro, pues le entran las ganas de saber de quién se trata, quién es la persona que se esconde tras ese nombre, por qué se deshizo del libro, de un libro como este, subrayado de principio a fin a lápiz, tras cuya tarea se entrevé el interés y la emoción por su lectura.

No sé si lo sabéis, pero la mayoría de los libros que llegan a las librerías de viejo suelen proceder de bibliotecas enteras vendidas por los familiares una vez que el propietario fallece. Los herederos a veces no entienden de sentimientos: uno va acumulando una pequeña o gran biblioteca y se rodea de esos hijos menores por amor a los libros y una vez se despide de la vida, las zarpas de esos herederos dilapidan o venden al peso (como es corriente) ese reducto de lo amado. Es el lugar, el de esos libros, en el que aún podrían encontrar a ese familiar querido, pero no se cae en esa cuenta o quizá interesan ya solo sus bienes y menos su memoria.

Busco con Google ese nombre, Valeriano Zorío Blanco, y me encuentro con un artículo de Care Santos, la escritora, en el que habla de una misma experiencia: de los 10 libros que adquiere en una librería de viejo de Jaén (la misma de la que procede el mío) 8 nada menos vienen con el ex libris de Valeriano. E igual que en mi caso, la nueva dueña comenzó su periplo en busca de ese nombre. Lo cuenta así Care Santos:

"En mi viaje de regreso repasé mis adquisiciones. Observé con detalle los subrayados de Valeriano, sus notas al margen. Ya en casa, busqué información en el gran oráculo de internet. Así supe que mi amigo, el dueño de mis libros, murió el 8 de octubre de 2006. Era doctor ingeniero en Caminos, Canales y Puertos (promoción de 1963), doctor en Ciencias Matemáticas y doctor en Derecho. Le interesaba todo lo demás, dice su nota mortuoria, en la que se destaca su gran amor a los libros, claro. Escribió varios tratados técnicos sobre matemáticas, urbanismo y obras públicas y dedicó su vida profesional a las carreteras y costas, terrenos en los que llegó a ser toda una referencia. La necrológica publicada en el Boletín del Colegio de Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos".

Y de inmediato surgen las elucubraciones, la literatura:

"El destino de las bibliotecas huérfanas siempre me parece triste. Sospecho que el señor Zorío no dejó hijos. La venta de la biblioteca la llevó a cabo un hermano. De no ser por él, o por ella, esos volúmenes no habrían llegado nunca a mi biblioteca. Esta segunda vida de los libros siempre me parece fascinante, un milagro al alcance, una historia que enriquece la propia historia que el libro contiene. Todo esto, creo, es lo que busco cada vez que empujo la puerta de una librería de viejo".

Ya os comentaré algo sobre su contenido. De momento he querido dejaros esta primera vivencia y alguna pequeña reflexión al hilo de ella.

Web de Care Santos.

Ángel Carrasco Sotos

5 comentarios:

  1. Ángel, te diré que no he leído el libro, pero sí tengo la experiencia de haber buscado libros descatalogados por la red.
    A mis manos llegó el Laocoonte, tras un pedido. Una edición de 1959, encuadernada en Buenos Aires. En una de las páginas del final, a lápiz se podían ver un par de líneas manuscritas... Ver, que no leer...
    No las he conseguido entender nunca, pero eso me dio pie para escribir una pequeña historia.
    Me encantó tu entrada.

    Un abrazo.

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  2. A la Wikipedia me he ido de cabeza a ver qué era eso del Laoconte. Ni idea tenía; claro que me sonaba, pero ni idea de la historia de ese mito.
    Suelen encerrar algún que otro tesoro estos libros usados. Hay gente a la que le encanta que lleguen impolutos. A mí al contrario. Se ve que soy rarito. Gracias por ese maná que llega siempre de tus manos.
    Abrazos, Towi.

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  3. El Laocoonte de Lessing, un libro de filosofía que es un auténtico peñazo de divagaciones...

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  4. A veces paseando por el barrio he visto como alguien dejaba libros en sitios mas o menos estratégicos para que alguien lo tomase prestado y después de leerlo volverlo a dejar en su sitio de origen creo que se llama fenómeno Bookcrossing
    Saludos.
    Adeu

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  5. Tow: Pues gracia por avisarme.

    Comagroc: Si te encuentras este, no te atrevas a cogerlo. Luego te explicaré por qué, jaja.
    Deu.

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